Chile me ha sorprendido. Me ha enamorado. Me ha dejado sin palabras, y lo sigue haciendo. Mi primer Chile fue una sorpresa. Un descubrimiento. Chile es un amor que va in crescendo.

Quizás es que no tenía expectativas de Chile. No tenía una idea preconcebida, ni demasiados datos, ni demasiadas opiniones. No había escuchado demasiado. No sabía qué esperar ni tenía en mente puntos imprescindibles que visitar. Quizás soy una viajera algo extraña, pero no esperaba nada en particular. Y sin embargo, me lo está dando todo.

Llegaba con algo de curiosidad a la frontera. Me habían avisado los argentinos tanto de los temibles chilenos, que esperaba que fuesen muy serios, muy estrictos y formales. Y la verdad... es que lo fueron.

Nada de origen vegetal en tu mochila y podrás pasarlo sólo si está procesado. Y no te olvides de declararlo. Y quítate el gorro.

Toda una caja de madera llena de verdura que llevaban los conductores de la furgoneta que me llevaban fue a parar a un ácido que la descompuso en cuestión de segundos. Y ni una sonrisa. Cero compasión. Diré que no, que la primera impresión no fue demasiado buena. Esto nada tenía que ver con Argentina, donde la frontera era puro trámite, sonrisas y algo de curiosidad.

MI PRIMER CHILE

El primer chileno que me montó en su coche camino a Punta Arenas no ayudó a cambiarme la idea. Muy serio y poco hablador. Reflexivo. Va a ser que los chilenos son así.., me dije. Pero poco a poco (muy poco a poco) se fue dando, y con él, fue cambiando, poco a poco, mi opinión sobre Chile.

Punta Arenas no me gustó particularmente, pero me abrió a los chilenos, a su humor y a su forma de hacer. Quizás no eran tan rápidos y abiertos como los argentinos, algo más reservados y menos directos, pero tenían su punto. Tras ofrecerle un poquito de confianza, el chileno responde. Aunque a veces no les entiendas. Porque hablan bajito, a veces acaban los verbos en ai y tienen una gran cantidad de palabras "inventadas". Y es que de pronto, las cervezas se convirtieron en chelas, lo bueno en bacan y yo en una weóna. Sí po, en Chile aprendes chileno al tiro y si no, con tanto chilenismo estái perdido ¿cachay? * 

Probé la Piscola y comencé a entender que estaba en un país que adoraba la Palta** y que las empanadas se comían de Pino***. Me sorprendí con los colectivos, que no son autobuses sino taxis con rutas de autobús.

¿Y cuándo pago?

¡Pagái al tiro! ¡Al tiro!****

Si en Argentina me parecía complicado dividir el precio entre 16 para calcular los euros, aquí me tuve que acostumbrar a hacerlo entre 750. Y lo curioso es que, aunque los precios parecen desorbitados, todo me parece más barato. Y no sé si Argentina tiene la culpa o soy yo, y un mal cálculo mental. 

Mi primer Chile me mostró que el chileno es curioso, algo galán, pero muy respetuoso. Le gusta preguntar, recomendar lugares de su país y soñar con Europa. Están acostumbrados a recoger gente en la ruta, pero todavía les sorprende que una mujer lo haga tan sola. Muchos tienen los rasgos achinados y parecen algo despistados, pero son sencillos y bastante legales. Siempre tienen un momento para ayudar a un extranjero y es que tienen hasta un dicho que reza "entenderás como tratan en Chile al amigo cuando es forastero" y los dichos están para creerlos.

Y no puedo hablar de mi primer Chile sin hablar de sus paisajes. Porque son ya varios los que me han dejado sin palabras, sin respiración y con muchas ganas de volver. O de quedarme. Porque no es algo habitual, no es algo que me ocurra, pero Chile tiene algo especial. Por ser tan salvaje, tan inexplorado y tan absolutamente precioso. Y no sé si fue el otoño, el color de las hojas y la soledad en la ruta, pero Chile tiene ese encanto que me hace sonreír a cada paso que voy dando.

Así es mi primer Chile. Difícil de entender en ocasiones, reservado otras pero siempre tiene un hueco para sorpenderme. Sin duda, uno de los países más bonitos que he visto hasta el momento.

Y que seguiré viendo.

*¿cachay?=¿entiendes?  **palta=aguacate ***empanadas de pino= empanadas de carne ****Al tiro=ya, ahora