- Y con esta vida, con tanto viajar sola ¿No piensas tener hijos?

Eran las dos del medio día en la playa de la Escobilla, el sol pegaba con fuerza y una decena de tortugas marinas golfinas peleaban contra el oleaje para salir hacia la playa a desovar. Es una maravilla de la naturaleza, un espectáculo, que se repite cada mes en la costa de Oaxaca, México.

" Las tortugas, una vez fecundadas, arriesgan sus vidas para desovar. Muchas de ellas perderán la vida en esta lucha contra el mar. Otras, saldrán golpeadas y, sin la protección del caparazón, morirán deshidratadas. Algunas no sorportarán el calor de trabajar en el nido durante más de una hora bajo el sol. Nunca se rendirán, el nido es su prioridad. Las más afortunadas, una vez hecho el nido, lo abandonarán y se perderán de nuevo en el mar. 

Es un ritual. Es biología. Es el ciclo vital. Arriesgar su vida a cambio de una descendencia que nunca verán."

Sudando bajo el sol, me golpearon las últimas frases de aquel voluntario que afirmaba no cansarse nunca de ese espectáculo. Y mi mente viajó mientras observaba, me puse a pensar, en biología, en maternidad y el ciclo vital.  En el instinto, en el reloj biológico y en cómo afecta eso, queramos o no, a la mujer actual.

A cómo me afecta a mí, que presumo de viajar sola, de independencia y libertad.

¿Somos libres de elegir sobre la maternidad o es puro instinto? ¿Es el reloj biológico y a todas, en cierto punto, nos llega el momento? ¿Golpea a todas por igual? ¿Aumenta con la edad y el paso del tiempo? Es más ¿qué quiero yo? ¿quiero tener hijos en algún momento? Viajar sola, tener hijos y la vida (semi)nómada ¿puede ser compatible todo eso?

Y me sorpendo, porque estas preguntas, que nunca fueron mías, pasados mis treinta comienzan a serlo. Y, casualmente, también las de otras mujeres viajeras que voy conociendo. Será la edad, el reloj biológico o el instinto. Saber que, queramos o no, poco a poco, se nos agota el tiempo, y nos hace plantearnos cosas que nunca hemos hecho.

Mil preguntas en mi cabeza, muy pocas respuestas. Ante mí, un par de decenas de tortugas, moviéndose lentamente del mar a la arena, de la arena al mar. Una con una pata rota que será incapaz de formar un nido, otra ya sin ojos, inerte, vigilada desde la distancia por unos buitres a los que nuestros pasos interrumpieron su festín. La naturaleza les habla intensamente de arriesgar sus vidas ¿para qué?

La mayoría de estos huevos que están poniendo ahora no nacerán. Como no era el momento no es el lugar: han salido con pleno calor y no llegaron hasta donde debían llegar. En otros casos, porque vendrá un temporal, subirá el agua o porque otras tortugas, sin querer y sin saber, desharán este nido para crear el suyo propio. Si todo va bien, sólo un 5% de sus huevos sobrevivirá.

Tortuga haciendo un nido sobre el nido de otra. Los huevos rotos y a la intemperie son de la tortuga anterior

El instinto y la biología piensa globalmente, en la conservación de la especie. Nos manda estas preguntas, cuestiones y avisa de que el tiempo en algún momento se acaba.

La razón lo hace individualmente.

Por eso que queramos responder las preguntas, analizar el momento, nuestro cuerpo y los peros. Porque no somos tortugas, me digo, y tenemos el privilegio de poder preguntarnos qué queremos, si de verdad lo queremos y, en el caso de quererlo, poder elegir el momento. Porque de qué sirve acelerarse, salir bajo el calor, arriesgar el vivir de nuestras vidas, si no es el momento de poner los huevos. Y, admitámoslo, me digo ente risas, esto no va sólo de trabajar en un nido y viajar de nuevo feliz en el mar.

A las que se pregunten sobre viajar sola, tener hijos o quedarse sola. He escrito algunas cositas más sobre eso, como Viajar sola y el miedo a quedarse sola o la La vida nómada y la no pertenencia. También me gustaría compartir este poema de Gloria Fuertes, porque escribió mucho más (y muy bonito) que poemas para niños. Este, sin duda, es uno de mis favoritos:

ME DIJERON

- O TE SUBES AL CARRO

O TENDRÁS QUE EMPUJARLO.

NI ME SUBÍ NI LO EMPUJÉ.

ME SENTÉ EN LA CUNETA

Y ALREDEDOR DE MÍ,

A SU DEBIDO TIEMPO,

BROTARON LAS AMAPOLAS.