Es final de enero y Brasil se agita como una coctelera llena de Caipiriña. Se acerca Carnaval, suena la música, se añade el alcohol y comienza la agitación.
Comienzan los ensayos, las batucadas en la calle a cargo de los blocos que quieren estar a punto en las fechas más importantes del año y comienza la llegada de locales y turistas que no quieren perderse el espectáculo. Comienza la subida de los precios. Todavía falta más de una semana y el precio ya ha subido un 30%. Carnaval en Río suena bien, pero no está al alcance de todos los bolsillos. Al menos, no del mío.
Y comienza mi búsqueda. Mi lucha por encontrar un lugar donde pasar los carnavales, que sea auténtico, que sean especiales y que me los pueda permitir. Pero está complicado. Brasil se moviliza para los carnavales y las opciones intermedias son escasas. Puedo elegir un lugar como Petropolis o Ihla Grande, pero entonces no sentiré nada del carnaval brasileiro. Y eso sería imperdonable.
Y llego a Paraty. Un pueblo bonito, tranquilo, sencillo y con un buen ambiente patente en el aire. Algo de él me recuerda a Pai, en Tailandia, o a mi querido Malacca en Malasia. De momento los precios son altos, pero permisivos, aunque irán subiendo. Cotilleo en internet y algo llama mi atención: hay un bloque que hace algo diferente en el carnaval en Paraty: el bloque da Lama, que celebra un carnaval en el barro. Y entonces lo decido. Pasaré carnaval en Paraty.
Un carnaval en Paraty
El carnaval en Paraty comienza de día, pero parece que no mueve hasta que dan las once de la noche, cuando un bloco sale con su camión con música bien alta y su batucada detrás. Comienza la música, las canciones carnavalescas y la alegría. Comienzan las cervezas vendidas a cinco reales en neveras improvisadas. El ruido, la fiesta y la música.
Algo divertido, pero nada muy diferente de algo que podría encontrar en otro lugar. Sin embargo, lo bueno vendría al día siguiente. Con el sol de media tarde, el mar y el barro. Con el bloque da Lama.
EL BLOQUE DA LAMA
Aunque todo dice que la fiesta comienza a las dos, alguien nos avisa una vez allí de que es demasiado pronto. Quizás a las cuatro... Supongo que ha sido un malentendido, o que la puntualidad no es fuerte del bloco. Imposible saberlo, y poco importa. Estamos en la playa, suena forró en directo y tenemos una cerveza bien fría. Sería una loca de quejarme por esperar así. A falta de algunos minutos para las cuatro nos acercamos a la zona. Ya hay gente embarrada, otros embadurnándose en la lama de la playa mientras otros miran con curiosidad. Echo de menos mi cámara reflex, es la situación perfecta para sacar fotos muy buenas. Pero la sensación se me pasa cuando meto un pie en el mar. Mi pie se hunde hasta la rodilla en un lodo espeso lo que hace que pierda un poco el equilibrio. Estaría sufriendo si llevase mi cámara. No podría marcharme, salpicar ni festejar. Una vez en el agua y con las manos en el barro la cámara deportiva ya me parece demasiado. Supongo que es el típico dilema que todo el mundo tiene entre elegir retrasmitir o vivir en primera persona.
El barro es viscoso, ensucia mucho y pasada la primera sorpresa, es muy divertido jugar con él. Queremos vivir el carnaval en Paraty y nos empapamos en barro. En la playa ya todos somos parecidos. Nos olvidamos de las diferentes ropas, marcas y colores de pelo. Compartimos música, cervezas y sonrisas. Y comenzamos con el grito de guerra "¡Uga, uga, ra ra!". No parece complicado.
Un buen grupo suena en el escenario. Locales y turistas se mueven al ritmo partícipes de uns mismas sensaciones. Y después de eso, comienza el bloco. Un pequeño paseo tras un camión con música, una "escultura" y una procesión de embarrados a lo largo del barrio de Jabaquara que se repite desde 1986 y va ganando seguidores año tras año.
Una experiencia única que hizo de mi Carnaval en Paraty algo inolvidable y que terminó con un buen chapuzón y un buen plato hecho de frijoles. ¡Ñam!
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