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Llevo demasiado tiempo en Asia

 Conducía la moto por Bali, perdida en una serpenteante carretera por las verdes montañas, cuando un niño de unos 8 años me adelantó con una moto y, agarrado detrás su hermano pequeño de unos tres años. Una vaca me hizo frenar en mitad de una curva y no pude arrancar de nuevo hasta que una señora con un gran fardo de hierbas en la cabeza la despachó de la carretera. Y lo más increíble fue, sin lugar a dudas, que ninguna de estas tres cosas me sorprendió lo más mínimo. Empecé a pensar entonces sobre este tema, porque quizás, y sólo quizás, es que llevo demasiado tiempo en Asia.

Las preguntas se me abalanzan ¿a qué otras cosas me he acostumbrado ya? ¿cuándo dejaron estas cosas de sorprenderme? Y lo peor, ¿será que, de verdad, llevo demasiado tiempo en Asia?

Mientras el autobús que me lleva a una zona perdida de Java da trompicones escribo, como puedo, las cosas a las que me he acostumbrado, y a las que pensé que nunca (NUNCA), podría acostumbrarme:

Me he acostumbrado a ver tres personas en una moto, cuatro e incluso cinco. A ver cómo transportan kilos y kilos de bolsas, armarios, televisiones planas e incluso neveras. Kilos de hielo, más de cien cajas, animales vivos o un puesto completo de fruta y verdura. Hoy he visto transportar una cama (¡una cama!), y admito que eso sí me ha sorprendido (aunque sólo un poco...)

Cuatro personas en una moto

Una imagen "tipica"de Asia

Ya no me sorprende que los autobuses no tengan puerta (o no la cierren), que paren continuamente a dejar y coger gente a base de gritos, ni que haya más personas que plazas en el autobús, que la gente pase horas de pie, o que saquen pequeñas sillas y las planten en el pasillo. Que cuando llegue tu parada te griten, te presionen para bajar rápidamente y a penas frene el autobús.

autobuses en sumatra

Ya no me sorprenden los frenazos, los gritos de susto del resto de los pasajeros y la continua sensación de arriesgarte la vida al montarte en uno de ellos. A ver cómo parece que nos chocamos y nunca lo hacemos (afortunadamente).

Ya no me sorprende saber a qué hora me monto en un autobús pero no a qué hora me bajaré. Ni si tendré espacio, esta vez, para mover las piernas. Ni que el autobús decida no parar en doce horas confiando en nuestra habilidad para aguantar el pis. Ni que parezca un mercadillo, con señores y señoras que se montan durante una pequeña parada, que te dejen bolsitas sobre ti para recoger después si es que no las quieres, o músicos callejeros que cantan una canción acompañados de guitarra.

Ni me sorprende tampoco que pare el autobús, en mitad de la nada, que todos los demás se bajen rápidamente dejándome a mí ahí, con cara de póker, y sin saber qué ha pasado. Ni que el autobús pare tras una subida, que un niño baje rápidamente a coger agua de un lago, o charco, y la eche en el motor...

autobuses en Asia

En algun lugar de la carretera

La verdad es que ya no me sorprende nada que pueda ocurrir en la carretera.

Me he acostumbrado a montarme en un autobús a ciegas, confiando en aquel señor que me grita desde el otro lado de la estación. Ya no pregunto, ya no confirmo, simplemente me monto (esto provocó que un día en Camboya me montase en un autobús, tras 4 horas alguien se diese cuenta de esos dos farangs que, ilusos, pensaban que iban a Koh Kong y no a Siem Reap. Nos bajaron entonces en mitad de la autopista y nos cambiaron de autobús, de vuelta... ¡a la misma ciudad en la que empezamos! Tras 7 horas de viaje estábamos, exactamente, en el mismo punto en el que habíamos empezado.)

Ya no me sorprende el intenso color verde que al principio me maravillaba. Me pregunto cómo será volver a casa, si tras una semana en Suiza, y acostumbrada a su verde, creí que un bosque navarro (que veía a menudo) se había quemado... ¡y es que no recordaba esa gama de verdes oscuros! Ni me sorprenden los campos de arroz, rectos, en bancales o en terrazas. Ni los gorritos de pico acuclillados en la hierba.

arrozales de bali vietnamita trabajando

Ya no me sorprende que la calle parezca un mercadillo, que haya diez puestos seguidos exactamente iguales vendiéndote lo mismo, y que te griten al pasar si decides no mirarles. Me he acostumbrado a ver animales muertos colgando esperando para ser vendidos, miniaturas de todos los productos imaginables, y tiendas enormes dedicadas a una sola cosa (chancletas, maniquíes, amuletos o peluches de tómbola)

Me he acostumbrado a no entender nada que esté escrito o sea dicho a mi alrededor. Que la gente me hable, no le entienda, y se ría a carcajadas. A que se rían de mí.

A ver cómo las mujeres trabajan mientras los hombres miran o beben té. Ya no me sorprende que alguien pueda estar sentado durante horas sin hacer nada más. Ni que la gente se duerma en cualquier lado, a cualquier hora (quizás porque ahora yo también he aprendido a hacerlo). Que la gente escupa o erupte aunque esté hablando contigo, frente a frente (y con la boca bien abierta). Que los niños anden descalzos, semidesnudos y solos cuando en España todavía estarían en pañales.

mujeres boda en bali

Mujeres trabajando durante una boda en Bali

tuc tuc camboya

Siesta en un tuc tuc de Camboya

peque en Laos

Un peque de ojos brillantes en Laos

Kong Lor Laos

En un lugar de Laos

A ver transportando todo tipo de cosas sobre la cabeza. Cosas inimaginables, cosas grandes, cosas pesadas.

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Ya no me sorprende sudar a todas horas, incluso después de una ducha.

Me he acostumbrado a cambiar de moneda, de idioma y de cultura. A tener que hacer tres tipos de cambio en mi cabeza para saber cuánto estoy pagando. Y a no saber, aún así, si estoy pagando lo correcto. Ya no me sorprende que tengan un precio para turistas, y que quieran cobrármelo, tener que negociarlo, pelearlo, y saber aún así que estoy pagando más que un local (aunque aún no me he acostumbrado a pagarlo sin hacer mala sangre...). Me he acostumbrado a negociar por el transporte, el hostal, la comida y hasta por un café.

Me he acostumbrado a preguntar si el hostal tiene WiFi, un ventilador, y tras hacer el check-in darme cuenta que no tienen luz (o se les va cada dos por tres). Y a que no me sorprenda.

Ya no me sorprende que las estructuras de las casas las hagan con bambú, que los albañiles trabajen sin seguridad, y a cualquier hora del día. Que los tejados sean una placa de metal, los baños una letrina y la ducha un cubo grande con un cazo. Ni que no tengan sofás, ni sillas, y la moto duerma en el salón. Que el lugar de trabajo, la pequeña tienda, sea también su casa cuando cierran las puertas. Que los platos se limpien a nivel del suelo y la basura se tire, o se queme, en el portal de tu casa. Que los cables de la luz parezcan enjambres.

casa en sumatra. Indonesia

Una cocina de Sumatra, Indonesia

Me he acostumbrado a que en un restaurante sólo tengan un plato y, muy seguramente, sea arroz. A beber zumos naturales a diario, y más de uno, por menos de un euro. Que el pescado esté frito al completo, la carne con huesos, y a mezclar toda la comida con una buena porción de arroz. Me he acostumbrado a que la comida no picante pique, y que la poco picante rabie. A no poder beber agua del grifo y a comer sin pan. Que el arroz sea frito.

plato tipico de Georgetown. malasia

Un plato tipico de Georgetown, Malasia

A estar rodeada de religiones que no conozco, y no entiendo, pero a mostrar respeto. A cubrirme el pelo, descalzarme, enlazarme un pañuelo o taparme los hombros. A que las calles huelan a incienso, a descalzarme para entrar en los templos y a que los cantos nocturnos de la mezquita me despierten por la noche. A las mujeres y niñas con pelo cubierto, a los monjes de hombro descubierto y llamativo naranja. A ver esvásticas frente a templos sagrados, o esculturas con dioses estrangulando a mujeres.

Mezquita Kuala Lumpur

En una mezquita deKuala Lumpur, Malasia

monjes Bangkok

Futuros monjes en Bangkok

Me he acostumbrado a las sonrisas cómplices, a las sonrisas desinteresadas y a las sonrisas coquetas. A que la gente me pare por la calle, me salude y me pida fotos. A que me pregunten a dónde voy o dónde me alojo (las primeras veces me asustaban un poco esas preguntas y me parecían un poco psicópatas). Que me pregunten si estoy sola, si tengo novio, marido y me pregunten el porqué. Que me miren como buscándome la tara. Y que segundos después se presenten como voluntarios. A que me pidan matrimonio (y creo que acostumbrarte a esto es bastante increíble, no?).

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Pero lo maravilloso de Asia es que siempre quedan cosas... que te siguen sorprendiendo.

 

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2016-01-16T23:14:26+01:00

About the Author:

¡Hola! Soy Patricia. Viajo sola desde 2014, cuando cargando mil miedos en mi mochila dejé mi trabajo en una farmacéutica y me marché al Sudeste asiático sin billete de vuelta. Ya he recorrido sola 4 continentes. Enamorada de viajar sola, lento y a dedo, y luchando por sentirme cada vez más libre, ahora me dedico a animar a otras mujeres a hacer lo mismo siendo cabeza y manos del blog Dejarlo Todo e Irse.

11 Comments

  1. […] viajar a Sudamérica, para disgusto de quienes me quieren bien, que esperaban que tras ese viaje de 7 meses por el sudeste asiático volviese con ganas de sentar el culo por un tiempo. Volví enamorada de Asia pero en muchas […]

  2. […] Más tarde vienen las preguntas, ¿es este silencio realmente sorprendente o es que tanto tiempo en Asia ha hecho que ya no esté acostumbrada a esto? Decido que no, que Madrid o Barcelona eran, sin lugar a duda, más ruidosas que esto. Dudo entonces al compararlo con Berlín, y no me sé contestar. Al fin y al cabo, quizás sí, quizás he pasado mucho tiempo en Asia. […]

  3. […] Más tarde vienen las preguntas, ¿es este silencio realmente sorprendente o es que tanto tiempo en Asia ha hecho que ya no esté acostumbrada a esto? Decido que no, que Madrid o Barcelona eran, sin lugar a duda, más ruidosas que esto. Dudo entonces al compararlo con Berlín, y no me sé contestar. Al fin y al cabo, quizás sí, quizás he pasado mucho tiempo en Asia. […]

  4. Andre at 18:38 - Reply

    Qué bonito Pat. Y qué bien que nunca dejes de sorprenderte, porque eso significa que estás viva. Probablemente, más viva que nunca. Te quiero.

    • Anónimo at 01:35 - Reply

      Nos hemos acostumbrado ha verte solo en las fotos ha conocerte atraves de las experiencias que nos cuentas se nos va hacer raro verte en peralta en un pueblo tan pequeño pero nos vas ha dar alegria de tenerte un poco mas cerca un besote guapa

  5. Anónimo at 17:02 - Reply

    disfruto como una enana leyéndote pero hoy ha sido estupendo...cada dia te superas mas ..y creo que aunque dejes una parte tuya en asia aquí te vas acostumbrar enseguida..porque tienes mucha gente que te queremos mucho esperándote y hay muchas cosas buenas también entre ellas una buena ensalada de rulo de cabra con nueces y vinagre de modena...asi que lo dicho ...un beso y empieza la cuenta atrás

  6. Patricia parece que te hayas convertido en una autentica nativa del sudeste asiático. Te has acostumbrado a casi todo lo que es la vida cotidiana de esos lugares. Gracias por contarnos tus viajes, tan bien que parece que somos nosotros los que estamos viajando contigo. De todas maneras cuando vengas para que se te haga menos duro te diré que estamos en pleno pincho solidario y eso quiere decir que tendrás a tus amigos por la plaza, seguro. Sigue bien y disfrutando de tus aventuras.

  7. katia at 11:10 - Reply

    Precioso pat!!! Tus relatos te transportan y hacen sentir lo que sientes.
    Menudo cambio te espera al volver a casa, empezando por el clima ( haber ya frio) y ahora te sorprenderán las cosas de aqui en vez de las de asia.
    Recuerdo perfectamente la sensación de ver el monte quemado despues de venir de suiza, nos parecio lo mismo a los cuatro que íbamos en el coche.
    Un beso y disfruta.
    Kat.

  8. Tesa at 10:14 - Reply

    Hola, Patricia, siempre disfruto con tus relatos viajeros, pero reconozco que el post de hoy me seducido por completo. Muy hermoso.

    Imagina que esas personas que te encuentras en tu recorrido vinieran a nuestro mundo de prisas, ordenado, acotado, individualista... Pensarían que somos una panda de locos.

    Como decía el poeta Eluard "Hay otros mundos, pero están en éste"

    Ah, tienes en el blog muchas fotos maravillosas. Cada vez mejores.

    Un beso,

    • prisxd at 19:55 - Reply

      Muchas gracias Tesa!

      Genial la frase del poeta... no puedo estar más de acuerdo con ella... hay muchos mundos, pero en este mismo en el que vivimos. Un saludo!

  9. Anónimo at 09:16 - Reply

    fantastico texto sigue deleitandonos con tus palabras

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