Kampot y Kep son dos pequeños pueblos camboyanos separados por unos cuantos kilómetros cercanos a la frontera de Vietnam. Tanto si es Vietnam tu próximo destino, como si vienes de allí, o te estás dando una vuelta por Camboya, Kampot y Kep son dos paradas para añadir en tu lista.

Kampot y Kep son dos pueblos que, a mi entender, van de la mano. Están cerca, son pequeños y sus alrededores son dignos de una bonita excursión... Un buen lugar para pasar, al menos, un par de días. Pasear a la orilla del río y disfrutar del relajado ritmo de vida de Kampot, acercarte a la famosa Bokor Hill, descubrir los campos de arroz camboyanos, los campos de sal o hincharse a cangrejo en el mercado de Kep.

¿Quieres más razones?

KAMPOT

Un pequeño pueblo costero en el que pasé más tiempo del planeado esperando a que mi visado de Vietnam llegara a fecha, pero no me importó. Kampot es un pueblo tranquilo, bonito y de casas coloniales, donde los días pasan despacio y es fácil compartir momentos con la gente local. ¿Os acordáis de esas primeras veces de invitaciones a cenar, paseos en moto y mis primeros escaqueos? Pues tuvieron lugar en el tranquilo y bonito pueblo de Kampot. 

Con mejores, y más baratas, opciones de alojamiento que Kep fue éste mi lugar de campamento. Y es que poco más hay para hacer que disfrutar de pasear por la orilla del río, ver el monumento al durian (la fruta apestosa), cenar en sus puestos callejeros y disfrutar de la compañía local. Pero alquilando una moto o acordando excursiones se te abre un abanico interesante de opciones.

Bokor Hill: parque nacional de Bokor

Si algo le ha dado fama a este parque nacional fue la creación de una estación de montaña francesa; con un gran hotel, el Bokor Palace, una iglesia católica y una oficina de correos, que fueron abandonados cuando los Jemeres Rojos tomaron la zona. El abandono, un clima tan húmedo y la espesa niebla hizo el resto: crear un complejo fantasma, medio destruido y cubierto por la niebla. Es difícil encontrarse con un día despejado para valorar las vistas y puede ser que ahí esté parte de su encanto. Caminar por el desangelado hotel, a solas, casi a oscuras y con la niebla entrando por sus ventanas ¡fue toda una experiencia! Y algún susto que otro me di con otros turistas...

¿La pena? Que la lluvia hizo que no pudiese utilizar la cámara de fotos tanto como me hubiese gustado...

Para llegar allí hay dos opciones: un grupo organizado o con una moto alquilada. En contra de lo que suelo recomendar... Aquí recomiendo tomar el grupo organizado. Por 9$ (te pedirán más pero es negociable), y con todas las desventajas de un grupo organizado (no libertad y que todo sea muy mecánico), tienes la visita, la entrada, la visita a unas cascadas dentro del parque, la comida y un paseo en barca por el río, que si al principio parece una turistada (y lo es) merece la pena. Sale más barato y, lo más importante, te evitarás conducir entre la niebla y bajo la lluvia (algo bastante peligroso).

ALREDEDORES DE KAMPOT: campos de sal y de pimienta, cuevas, arrozales y el lago secreto

Nada está señalado, pero todo el mundo te ayudará a encontrarlo una vez fuera del centro de Kampot. En dirección a Kep, en el lado derecho, y si no es estación de lluvias, verás los campos de sal. Más adelante, a mano izquierda, se encuentran las salidas para las cuevas y el lago secreto. Y durante todo el trayecto disfrutarás de unas maravillosas vistas de arrozales con simpáticas señoras que te ofrecen todas sus sonrisas.

El lago secreto es tan secreto que es difícil encontrarlo sin ayuda de las personas que te vayas encontrando. Eso sí, disfruta el camino, tu llegada y el paseo a su alrededor. Es, si lo encuentras, un lugar perfecto para hacer un picnic como el que hice con mi amiga Ana.

Las cuevas no nos dejaron la misma buena sensación. No llegamos a entrar porque todo nos pareció un poco mafia. Unos chiquillos, algo agresivos, pedían dinero (1$) de parte del "gobierno", lo que claramente no era así. Como ni Ana ni yo queríamos participar en el timo, y temimos que si entrábamos sin pagar le pasase algo a la moto, desechamos la idea. Pero, una vez más, sólo el camino había merecido la pena.

KEP

Pequeño, con un gran paseo marítimo y el mejor mercado de cangrejo que he visto en mi vida (aunque no sé vosotros, pero tampoco sé si había visto uno antes...).

Cuando llegué al mercado de cangrejo, a la entrada del pueblo llegando desde Kampot, me quedé ensimismada. Las señoras, con medio cuerpo en el agua, sacaban las cestas repletas de cangrejos y allí mismo, todos los interesados se acercaban, elegían y debatían precios. Yo no me enterraba de nada, claro está, pero me divirtió la situación. A escasos 5 metros, otras los cocinaban y otros 5 metros otra gente los comía.

¿Y quién los vendía ya cocinados? Me preguntaba yo. ¡Yo quería comer un cangrejo!

Tras media hora estudiando la situación, y sin ver a la vendedora de cangrejos, le pregunté a un chico joven que se llevaba una bolsa enorme. Él me explicó que compras los cangrejos a kilo (¡a kilo!) a la señora que lo saca del agua, lo llevas a la otra, la que los cocina, y le pagas una comisión por kilo de cangrejo cocinado. Tras sorprenderse, y reírse mucho, cuando le dije que yo con un cangrejo, o dos..., estaba contenta, me ofreció un trato: 2 cangrejos por un dólar. Tras mirarle con cara de póker, como diciéndole ¿me estás engañando como a una buena turista que soy?, y confirmarme él que era un buen trato, acepté, y simpáticamente me regaló un cangrejo más. Un poquito de arroz hervido comprado a otra señora y un zumo de caña de azúcar (qué vicio...) y ya tenía mi comida ¡y todo por un dólar y medio!

Para bajar la comida nada mejor que una vuelta de 7 kilómetros por el parque nacional tras el pueblo de Kep que, aunque no es nada impresionante, ofrece unas bonitas vistas del pueblo.