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Rozando Laos: Chiang Khong

De Chiang Rai fui a Chiang Khong, un pequeño y tranquilo pueblo al norte de Tailandia, cerca del Triángulo de oro. Chiang Khong me ofreció, en sólo dos días, un pequeño aperitivo de todo aquello que esperaba de mi futuro Laos.

Llevando la misma dirección de viaje, mi compañero de dorm, un alemán que ya llevaba cuatro meses recorriendo el sudeste, y yo tomamos el autobús que nos llevaría hacia Chiang Khong. A punto estuvimos de bajarnos en la parada que no era, ya que unos señores muy emocionados se empeñaban en decirnos que habíamos llegado. Sin embargo, viendo el panorama y repitiendo el nombre del pueblo, dedujimos que no era todavía Chiang Khong si no la parada para quienes querían cruzar la frontera de Laos ese mismo día.

 

LLUEVE EN CHIANG KHONG

En la parada del pueblo nos esperaban un buen montón de tuc-tucs, pero sabiendo que el hostal al que íbamos no estaba lejos de allí los rechazamos todos. La realidad es que Chiang Khong es un pueblo pequeño por lo que el tuc-tuc sólo es necesario para acercarte a la frontera.

La lluvia nos obligó a disminuir nuestro ritmo, como queriendo avisarnos de que ahora estábamos tan cerca de Laos que tendríamos que ir acostumbrándonos, y pasamos unas horas relajados en la terraza del hostal con vistas al Mekong. Allí los pescadores pescaban, el río corría a su ritmo y nosotros tecleábamos en el ordenador.

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Amainada la lluvia, paseamos por las orillas del río Mekong que, al parecer, era todo lo que tenía para hacer aquel pueblo de aires laosianos. Las vistas eran magnificas, la tranquilidad máxima y observar a los lugareños hacer sus tareas diarias un lujo para aquellos que veníamos con ganas de una Tailandia más rural.

Tailandesa limpiando soja

Lavando soja a las orillas del río

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EN MOTO AL TRIÁNGULO DE ORO

Al día siguiente, con las pilas totalmente cargadas, alquilamos la única moto disponible en el lugar, una pequeña, y muy rosa, todo lo que un alemán del sur desea, pero que nos sacó del apuro. Por delante teníamos unos 60 kilómetros hasta el Triángulo de Oro, el punto donde Myanmar, Laos y Tailandia se encuentran separados únicamente por la unión de dos ríos. 60 kilómetros que fueron amenizados por las vistas, siempre dejando el Mekong a la derecha, y una interesante parada en un colegio tailandés, donde fuimos el entretenimiento de los niños que se arremolinaban en el patio.

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En el Triángulo de Oro poco hay para hacer. Myanmar y Laos quedan ya a un vistazo de distancia, pero sigues sin poder tocarlos. El camino había sido largo, así que una vez allí, decidimos que lo mejor que podíamos hacer era culturizarnos un poco en el mundo del Opio. Al fin y al cabo, el triángulo de Oro no recibió ese nombre por su situación estratégica, sino por las grandes cantidades de dinero que se movieron a lo largo de todo el negocio del cultivo del Opio.

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Y de vuelta, sin apenas gasolina, comenzaba a llover. El plan que parecía perfecto cada vez sonaba más a aquella película: la tormenta perfecta. Pero cuando ya casi sentíamos cómo la gasolina empezaba a escasear, apareció una gasolinera, y dos minutos después, ya a resguardo, empezó a diluviar. Suerte la nuestra. Y, fue allí, donde vi mi primer relámpago chocar con tierra firme. El sonido, como una pequeña explosión, me hizo saltar al interior de la gasolinera, dejando al descubierto todo mi instinto de supervivencia. Sin embargo, los dos tailandeses que cuidaban la gasolinera ni siquiera parecieron inmutarse y se reían, a escondidas, de nuestras reacciones algo exageradas.

Cuando al fin la lluvia nos dio un respiro, retomamos el viaje. Por delante todavía nos quedaban más de 40 kilómetros, una puesta de sol maravillosa, y una camino algo incómodo que hacer a oscuras.

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Chiang Khong nos regaló un día, que me enseñó de nuevo, que muchas veces, lo importante ocurre en el camino, y no en el destino.

 

2016-11-21T10:55:22+01:00

About the Author:

¡Hola! Soy Patricia. Viajo sola desde 2014, cuando cargando mil miedos en mi mochila dejé mi trabajo en una farmacéutica y me marché al Sudeste asiático sin billete de vuelta. Ya he recorrido sola 4 continentes. Enamorada de viajar sola, lento y a dedo, y luchando por sentirme cada vez más libre, ahora me dedico a animar a otras mujeres a hacer lo mismo siendo cabeza y manos del blog Dejarlo Todo e Irse.

One Comment

  1. […] hablé del pueblo de Chiang Khong y mi viajecito hasta Luang Nam Tha. La frontera entre ambos países se da sin problema. Como […]

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