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El Ying y el Yang de Chiang Rai: el Templo blanco y la casa negra

 Como el Ying y el Yang juntado en Chiang Rai: de lo poético del Templo Blanco a la escalofriante casa negra, y cómo llegamos hasta ellas.

Para llegar a Chiang Rai desde Pai tenía dos opciones: la sencilla y la menos sencilla. La cara y la menos cara. Aunque Pai me había enseñado que a veces lo fácil está bien, ya me había cansado de tanta sencillez y lo que quería ahora era llegar a Chiang Rai sin tener que coger un autobús turístico. Estaba un poquito nerviosa, ya que justo el día anterior se había producido el golpe de estado, pero la verdad es que no noté nada durante todo el recorrido y no fue complicado, sólo un poquito más largo ya que tuve que ir hasta Chiang Mai y desde allí tomar otro autobús hasta Chiang Rai.

A Chiang Rai iba principalmente por visitar el Templo Blanco, del que todo el mundo hablaba y el que salía en todas las fotos, y que curiosamente, no aparecía en mi guía. Ya de paso, aprovecharía para visitar la controvertida casa negra, la torre del reloj y algunos templos de la ciudad. Y fue una visita que mereció totalmente la pena.

 

EL TEMPLO BLANCO DE CHIANG RAI

La verdad es que tras 3 semanas por Tailandia, tras oir la palabra templo un tic comienza en mi ojo derecho ¿de verdad? ¿otro templo?. Pero el Templo Blanco me dejó sin palabras y, por una vez, llegar hasta allí fue tan fácil como tomar un autobús desde la estación de autobuses.  El autobús fue bastante caluroso y lento por el tráfico de la ciudad, pero una vez en la parada, la señora nos avisó a mi compañero de dorm y a mí de que habíamos llegado a destino, y sólo fueron unos metros caminando. Y ahí, conforme te acercas, te vas dando cuenta de que te vas quedando sin palabras. El templo, de un blanco intenso, es tan bonito como escalofriante. El templo blanco y puro que divisabas desde la distancia va marcando ciertos detalles que hacen preguntarte cosas sobre el autor, sobre la simbología y el significado del templo. Manos perfectamente definidas salen del suelo como suplicando ayuda, dragones que escupen agua protegen el templo y otros seres indescifrables y cabezas parecen gritar socorro enredados entre las manos.

templo blanco manos

templo blanco manos chiang rai

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El templo, inacabado todavía, queda reflejado en el pequeño lago y se presenta al visitante como un acertijo. Desgraciadamente, y debido a un terremoto que hubo días anteriores, no era posible pasar más allá de la primera puerta, así que me dediqué a mirar cada detalle de lo que alcanzaban mis ojos.

chiang rai templo

cara que grita templo blanco chiang rai

Curiosamente, una vez pasado el primer edificio los demás son de una simpleza increíble, como si el artista quisiera reflejar lo complicado del inicio, el sufrimiento de todo aquel que se queda a las puertas, la muerte, los agobios, para pasar finalmente a la tranquilidad absoluta. O quizás no. O quizás la obra no esté acabada. Al fin y al cabo... el arte nunca fue realmente lo mío.

parte trasera templo blanco

Viendo que el calor azuzaba y que parecía que ningún autobús vendría a nuestro encuentro para llevarnos hasta el centro decidimos probar a ver si algún coche nos sacaba del apuro. Una vez en la carretera, y tras 5 segundos de espera, un coche con un matrimonio y una chica de unos 18 años paraba a recogernos. La chica iba a la universidad y los padres la llevaban hasta allí. Tras unas cuantas preguntas de rigor y unos intercambios de impresiones nos afirman que van en dirección de la casa negra y que, si queremos, nos acercan.

LA CASA NEGRA DE CHIANG RAI

El camino no es corto, hay que desandar lo andado hasta el templo blanco y continuar al menos otros 10 kilómetros. Nos perdemos en el camino, pero intención es lo que les sobra, y, a pesar de afirmarles en más de diez ocasiones que podemos acercarnos andando desde donde estamos, ellos, que son todo amabilidad, acaban encontrando el camino y nos dejan en la propia puerta.

casa negra chiang rai

La casa negra, al igual que el templo blanco, también me deja boquiabierta, aunque en un sentido menos poético. Admito que me cuesta entender de qué va la cosa. El complejo, un conjunto de casas de diferentes formas y colores, aunque la mayoría negras, es gratuito, y sorprende a todo aquel que entra en su interior.

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Los edificios, en general, bastante oscuros y amplios en el interior, albergan numerosas pieles, cuernos, huesos y plumas de animales disecados, así como falos y otros objetos que llaman la atención del visitante.

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Parece ser que cada uno de los edificios tiene una función determinada donde yo pude distinguir el baño, el dormitorio, así como una “salita de estar”.

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Un tipo de arte que, a pesar de no entender, te sugiere cosas, aunque sea unas ganas enormes por saber más del artista, que vive en una casa contigua, y con quien creo no me gustaría nada compartir habitación. Para darle el toque tétrico final, el artista selecciona tres animales: una serpiente gigante, un búho de ojos tan saltones que asustan y un pájaro que se hincha y deshincha en cada canto. Vamos, una casa fantástica para pasar una noche, tanto que estuve por preguntar precios. No puedo decir que me gustó, pero sí me impresionó, así que si estás por la zona, y a pesar de lo escalofriante del lugar, te diría que pasases, al menos, para verlo con tus propios ojos.

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Volver al centro de la ciudad fue tan sencillo como retomar la carretera andando y esperar a una de las furgonetas azules que actúan a modo de taxi. Una de ellas paró, cargada con 7 chicas adolescentes, que realmente se vieron muy contentas de tener nuevos compañeros de viaje.

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El resto de Chiang Rai está bien para darse un paseo, visitar algunos templos (¿más templos?) aunque nada espectacular. A las 7, 8 y 9 de la tarde, la torre del reloj se ilumina de colores y toca música, algo curioso de ver.

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Para cenar, nada mejor que acercarte al mercado nocturno donde puedes elegir entre un montón de puestecitos y comerlos en una mesa en el centro, así cada uno puede comer lo que quiera, como el segundo compañero de dorm que se nos unió...que decidió que no había plato mejor que una buena ración de larvas. Por supuesto, la curiosidad mató al gato, las probé. Pasado el mal rato inicial, el bocado es arenoso y sin mucho sabor, vamos, ¡que yo no me compraría una ración entera si lo que pretendo es disfrutar de una buena cena! Pero para gustos... ¡están los colores! 

insectos comestibles

¡Todo un banquete!

2016-11-21T11:10:07+01:00

About the Author:

¡Hola! Soy Patricia. Viajo sola desde 2014, cuando cargando mil miedos en mi mochila dejé mi trabajo en una farmacéutica y me marché al Sudeste asiático sin billete de vuelta. Ya he recorrido sola 4 continentes. Enamorada de viajar sola, lento y a dedo, y luchando por sentirme cada vez más libre, ahora me dedico a animar a otras mujeres a hacer lo mismo siendo cabeza y manos del blog Dejarlo Todo e Irse.

3 Comments

  1. Anónimo at 16:27 - Reply

    la verdad que si ..que es pasar del dia a la noche .yo por supuesto ya sabes con cual me quedo .a mi eso tan tétrico no me gusta ni para verlo .el blanco expectacular .un beso

  2. Anónimo at 16:18 - Reply

    jodo que miedo el templo blanco......en finnn me quedo con la casa negra......me dan menos miedo los cocodrilos y los buhos....que las manos esas saliendo de la tierra.....

  3. Impresionantes tanto el templo blanco como la casa negra

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