Madrid siempre me significa sorpresa.

Nunca fue mi ciudad favorita, ni tampoco he pasado largas temporadas perdida en sus calles. Madrid es un fin de semana largo, una escala o una visita. Madrid se (me) reduce a burocracia, descanso o puro trámite viajero con sabor a amigos reencontrados. Madrid nunca tuvo, ni tiene, en mi mente una imagen idealizada, bonita ni atrayente. Nunca me encuentro soñándome con Madrid, con perderme en sus callejones y, por qué no, vivir un tiempo en alguno de sus barrios. Madrid siempre me es un sí pero no, pero ¿por qué no?

Madrid es Madrid, una ciudad a la que siempre vuelvo, pero que nunca me engancha.

Y, sin embargo, Madrid siempre me significa sorpresa. Siempre me sorprende. Siempre vuelvo con una sensación nueva, con cierta melancolía, con un amor hacia ella un poquito más grande. Con un quizás es que nunca le di el tiempo suficiente, el que quizás se merece.

Y me contenta. Me siento cómoda y me la paseo al completo.

No concibo Madrid sin pasear por Retiro. Quizás demasiado cliché, demasiado típico, demasiado turístico. Pero siento que mi visita no está completa sin esa vista del lago, sin las barcas remando despacio. El tiempo se detiene allá adentro. El ruido, el estrés y la gente. La tranquilidad gana. El ruido de los pasos y la posibilidad de conocer tanta gente. El hacer cosas diferentes. Yoga, running y un poquito de bici. Hay quien lo mezcla todo y juega en patines al frisbee. El ángel caído, los árboles que juegan al limbo acercándose peligrosamente al suelo. Descubrir un rincón que no conocía, reírme leyendo las frases escritas en el foso de los monos. Echar unas fotos y beberme un café bombón bajo unos rayos de sol débiles que me recuerden con nostalgia al verano que no disfruté.

"Escóndeme" le pidió la Menina a una cúpula de Madrid. Y la escondió.

Y pasó tanto tiempo que una se convirtió en otra...y quién era quién, simplemente, se olvidó.

No concibo Madrid sin ser una más en la Puerta del Sol. Perderme entre tantas personas y resignarme (con mucha paciencia y algo de meditación) a ser pisada unas cuantas veces. Recorrerme de arriba a abajo la Gran Vía y dejar salir a la pueblerina que llevo dentro y que se pregunte si me sorprenderá algún famoso caminando a mi lado. Que castiza sea una palabra que nunca utilizo, y que, sin embargo, en mis visitas se me repita constantemente. Sorprenderme por la sensación de barrio, por la limpieza y la cercanía de la gente. Por la gran cantidad de turismo y, también, por la amplia variedad de personas y modas.

Quizás es por eso. Quizás eso me atrapa, y no, de Madrid. Que sea tan típica y tan tradicional, pero al mismo tiempo tan diferente.

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