Hoy quiero hablarte de Bosnia y Herzegovina. Sé que no te he hablado de Croacia y que me he saltado unos días en esta especie de lista cronológica del viaje que voy escribiendo, pero tengo tantas ganas de contarte cosas sobre Bosnia y Herzegovina que me salto esquemas, tiempos y países.
Y es que no quiero que nada de esto se me olvide.
Porque Bosnia y Herzegovina son sensaciones, impresiones e imágenes. No son los lugares como pudieron ser los de Eslovenia ni relaciones como fue para mí Eslovaquia, son sensaciones que se internan en mi cuerpo, en mis pensamientos y que no siempre entiendo.
No sé si esto que digo te tiene algún sentido, pero voy a ello.
Bosnia y Herzegovina es un país especial, seguramente el país más especial de Europa que he conocido hasta el momento. Y no sé si es que me estoy sumergiendo poco a poco en los Balcanes y es lo que me espera a partir de ahora, o es que Bosnia y Herzegovina es así; diferente.
Siento que viajar por Europa tiene eso de malo; que todos los países están tan cerca y se han globalizado tanto, que sientes que es todo un poco más de lo mismo, que ya no hay mucho lugar para las sorpresas. Viajando por Europa se valoran otras cosas; los paisajes, la comida o el entenderse con la gente; viajar por lugares bonitos de forma cómoda. De esta ecuación, lamentablemente, queda fuera el sorprenderse.
Sin embargo Bosnia y Herzegovina es diferente, me hace sentir diferente y por eso no siempre se entiende.
Por eso me encanta.
Bosnia y Herzegovina es un país que se mueve en un equilibrio bastante perfecto entre lo especial y lo raro, en lo desarrollado y salvaje, en lo tradicional y moderno. Bosnia y Herzegovina a veces me saca una sonrisa, otras una mueca de rabia, muchas una pregunta y otras me deja un incomprensible nudo en el estómago. También una sensación total de agotamiento.
Bosnia y Herzegovina es el verde, las montañas y los ríos que recorren los valles. Las carreteras malas y pequeñas, el paso de la guerra, las almohadas altas, los paisajes inexplorados y misterios naturales. Bosnia y Herzegovina es el verde, la hospitalidad a veces desmesurada de la gente, sus tres presidentes junto a sus tres sentimientos (serbio, bosnio y herzegovino), el predominio de un Islam más desenfadado que se mezcla con otras religiones, el Hassan y las campanas, los minaretes y las torres, los burkas y las minifaldas, las shishas, el tabaco y las cervezas. El contraste continuo entre lo abstemio y la rakja dispuesta siempre a erizarte la piel con su alta graduación. Bosnia y Herzegovina es el verde; en los ríos, los lagos y en las montañas, el café, el inglés a señas y las sonrisas ante un mal pronunciado "Hvala!"
Será que Bosnia y Herzegovina me plantea muchas preguntas que nadie me responde: qué siente ahora alguien que se crió con el sonido de las balas y bombas y jugaba a recoger metralla mientras yo jugaba a la pelota y con muñecas. Me pregunto si ellas también tendrían miedo a esa última habitación de la casa que quedaba algo alejada o si la guerra elimina esos miedos, dejándolos en el rincón de lo infantil y lo nimio. Me pregunto qué queda ahora de las lecciones que te enseña una guerra (esto lo escuché en un museo en Sarajevo) como aprender a decir te quiero, a pedir ayuda o a despedirse de verdad. Me pregunto si todavía lo mantienen, si se recuerdan o son como algunas de esas lecciones que aprendes durante el viaje como valorar una casa y un plato de comida caliente. pero que olvidas después de dormir una semana seguida en tu cama. Me pregunto si viven con el miedo de que pueda volver a pasar o lo creen ya imposible, irreal e inimaginable, si todavía la piensan o ya la han olvidado y sólo quieren mirar hacia adelante.
Me pregunto muchas cosas sobre Bosnia y Herzegovina y obtengo pocas respuestas. Recibo el verde, las montañas altas y muchas veces escarpadas, las fachadas desgastadas y con agujeros cubiertas en ocasiones con arte callejero. Como respuesta a todo casi siempre recibo café, una sonrisa, una mano en mi hombro y una conversación en bosnio que no entiendo y que no la cortan por ello. Recibo una respuesta que racionalmente no entiendo pero que siento que me contesta ofreciéndome tranquilidad, esperanza y amistad.
Y es justo ahí, en las sensaciones, impresiones e imágenes, donde encuentro toda la magia de este pequeño gran país, semidividido en tres, que es Bosnia y Herzegovina.
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