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¿No te gustaron los Balcanes?

-  Pero ¿no te gustaron los Balcanes?

Es una pregunta sencilla, me digo, y me la han preguntado ya tantas veces que tendría que ser capaz de responderla sin dudar. Sin embargo, divago. Siento que la respuesta está cosquilleando mi garganta, asomando por mis labios pero, inconscientemente, la busco con mis ojos en algún lado de mi mente. Allí encuentro los recuerdos, las experiencias y las cosas bonitas; esos Couchs, las montañas y los buenos días de playa. Las risas en Albania y ese amanecer en un lago de Macedonia que, por grande, tranquilo y azul, parecía un mar. El frío de Eslovaquia, mi flechazo con Eslovenia, el reencuentro con Croacia y mi amor odio con Bosnia y Herzegovina. Lo vivido en Serbia y los altos y bajos de Montenegro. Me sonrío y miro después a la interlocutora de turno que todavía espera una respuesta. Salen entonces un montón de frases, de explicaciones, que pese a los intentos no acaban de dar una respuesta concisa a una pregunta sencilla.




¿Me gustaron los Balcanes? Los Balcanes son interesantes, bonitos y sorprendentes. He aprendido cosas que desconocía por no haberlas vivido, como que el paso de la guerra se siente en un lugar aunque hayan pasado los años y se haya eliminado toda la metralla, que se siente en el aire, en el ánimo y en la gente. Vuelvo convencida de que las religiones pueden vivir en armonía pero que el problema es del poder que las maneja desde arriba. Vuelvo sabiendo que los países eslavos todavía guardan muchas rencillas y que se esfuerzan por ser el mejor, que no hay país peligroso y que las tradiciones que cada uno creemos tan nuestras son el resultado de años de convivencia. Vuelvo habiendo sentido dos formas de comunismo ya pasadas: el de Hohxa, odiado en Albania, y el de Tito, que creó Yugoslavia, amado muchas veces desmesuradamente (y sorprendida de no haber escuchado nunca esto en España). Me sonrío con los pequeños detalles, como el de que los ortodoxos se santiguan tres veces, que tocan primero su hombro derecho al contrario que los católicos que tocan el izquierdo, que los albanos besan primero con su mejilla derecha y que, casi siempre, en todos estos países las zapatillas se quedan en la entrada de la casa. Descubrí que estos países no eran tan fríos como pensaba.

no te gustaron los Balcanes

gustaron los Balcanes Macedonia

No lo sé, volví de los Balcanes con ganas de volver y todavía no sé muy bien porqué sería el resumen de esas vueltas sinsentido. Me gustaron, disfruté, pero me cansé, de muchas cosas: del turismo masivo, del mochilero, del movimiento constante y los encuentros fugaces. 

Hay quien repite a menudo esa frase (tan) manida de que los viajes te hacen crecer interiormente. Yo siento que cada viaje, país y cultura me golpea de forma diferente, que me deja inconsciente, dubitativa y algo perdida. Siento que es la familia, la casa, y la calma, las raíces que tanto apegan a la tierra, donde luego todo se reconstruye. No puedo, ni quiero, negarme que este viaje (y esta vuelta) ha tenido mucho de esto. Los Balcanes, estando tan cerca ( y quizás precisamente por eso), me han hecho pensar y replantearme demasiadas cosas.

no te gustaron los balcanes



¿Me gustaron los Balcanes?

Será Europa, me digo, un sistema más consumista y una naturaleza más explotada. Será el verano y el turismo masivo, el no tener un espacio donde poner la toalla en la playa. La falta de transporte porque casi todos tienen coche, la desconfianza con la que los conductores me miraban al hacer autostop en contraste con las confianzas que algunos de ellos se tomaban al ver que era una chica sola la que lo hacía. La productividad y las prisas, la más importancia del dinero y menos del disfrute como reflejo constante del precio del llamado Desarrollo. Ver que somos muchos los mochileros que recorren el mundo, que cada vez es más fácil y que muchos de ellos recorren continentes a grandes zancadas, disfrutando el ritmo de vida que les permite las crisis en países ajenos (a veces riéndose de ello) y coleccionando destinos en los que salir de fiesta.

(¿En eso nos hemos convertido? ¿es el turismo otra forma de consumismo?

¿viajamos para sentirnos ricos?)

Imagino que no pude evitar hacer autocrítica, que no supe contestar(me) tantas preguntas. ¿Viajo o colecciono? ¿qué estoy buscando y para qué escribo? ¿Para qué publico? ¿Estoy contribuyendo yo a mancillar pequeños paraísos?

te gustaron los Balcanes

Volaba desde Macedonia a Barcelona perdida entre esta maraña de preguntas y pensamientos cuando el avión me hizo uno de los mejores regalos de los últimos tiempos. Atardecía tiñéndose el cielo de un naranja oscuro hermoso, el sol se ponía lenta e infinitamente al movernos nosotros hacia el oeste y sobrevolábamos los países que había recorrido durante los últimos cuatro meses. A mi derecha, por una minúscula ventana de avión, apareció la Bahía de Kotor. El mar se adentraba dejándose abrazar por la tierra mientras el avión jugaba a romper las nubes. A esas alturas no se sentía el calor, los cruceros ni las hordas de gente. La costa parecía una línea dibujada a carboncillo y la montaña que trepé durante tres horas para ver algo parecido a las vistas que disfrutaba ahora parecía muchísimo más pequeña. Sintiéndome culpable de disfrutarlo en soledad, balbuceé unas palabras intentando hacer partícipe del espectáculo a la chica que estaba a mi lado pero debido a los auriculares ni siquiera levantó la mirada de la pantalla. Miré a mi alrededor y nadie más parecía interesado en lo que pasaba al otro lado de la ventana. Leían, dormían o toquiteaban su móvil. Apoyé mi cabeza en el frío cristal y me sumí en una soledad extremadamente bella.

bahia de Kotor desde un avión

¿En que momento nos acostumbramos a volar?¿a no sentirnos honrados por viajar?

¿Si me gustaron los Balcanes? Los disfruté mucho, tuve grandes momentos, pero me golpearon dejándome inconsciente, dubitativa y algo perdida, por eso he vuelto a casa, donde las sensaciones, emociones y pensamientos acostumbran a enraizarse.




2019-08-27T08:43:55+01:00

About the Author:

¡Hola! Soy Patricia. Viajo sola desde 2014, cuando cargando mil miedos en mi mochila dejé mi trabajo en una farmacéutica y me marché al Sudeste asiático sin billete de vuelta. Ya he recorrido sola 4 continentes. Enamorada de viajar sola, lento y a dedo, y luchando por sentirme cada vez más libre, ahora me dedico a animar a otras mujeres a hacer lo mismo siendo cabeza y manos del blog Dejarlo Todo e Irse.

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