Budapest tiene aires de postal
Esta frase resonó en mi cabeza desde el primer momento que puse un pie en el puente de Elizabeth y vi la anchura del Danubio separando Budapest. Se me puso una sonrisa en la boca con aquella vista y con aquel viento tan frío que arremolinaba mi pelo contrastando en mi cara con la calidez de ese sol de media tarde. Los barcos surcaban el río, los coches embotellaban el puente y una montaña cubierta de verde, frente a mí, me prometía las mejores vistas de la ciudad junto a aquella estatua de la libertad.
En un momento, mirando el Danubio, me avasallaron unos recuerdos borrosos que tenían diez años. La ciudad se parecía a aquella ciudad que yo conocí, pero no era la misma. A mi izquierda estaba Buda con su elegante castillo en la colina y más lejos adivinaba ese Bastión de los pescadores al que me prometí que volvería. La ciudad (me) parecía más limpia, más nueva, más segura. A mi derecha estaba Pest, más grande, más desorganizado y más moderno y allí, al fondo, percibía aquel Parlamento del que ya, años atrás, me había enamorado.
Budapest tiene aires de postal volví a repetirme. Allí donde mires encuentras una foto que quieres conservar: el Parlamento respirando frente al río y esa fuerza que da la fragilidad de la belleza, la estampa bucólica y romántica de un atardecer en el Bastión de Pescadores que parece tallado en arena o el interior de los Ruins Pubs una vez llega la noche, con ese movimiento transgresor y moderno. Los taxis y tranvías de ese alegre amarillo que contrastan con unas fachadas sobrias y elegantes, las decenas de estatuas que parecen posarte y los jardines hermosos con fuentes que se iluminan y mueven al son de canciones.
Sin embargo, aunque Budapest tiene aires de postal no es una postal. Imagino que es exactamente por eso por lo que me gusta tanto. No me gustan las postales; son demasiado brillantes, demasiado intensas y demasiado perfectas. La soledad deseada, en el encuadre exacto y la distancia adecuada. También están las del atardecer increíble que tiñe de rosa la imagen (el río incluido) o un arco iris completo que rodea el monumento (no me lo invento, justamente es así la que le he enviado a mi sobrino). Siento que las postales son imágenes preciosas pero son falsas, impersonales y no tienen alma.
Budapest no es perfecta, ni siempre tiene colores intensos ni es demasiado brillante. Budapest es real, tiene una vibra especial y tiene alma. Un alma joven y moderna en el interior de una vieja que recuerda lo vivido y no se avergüenza. Todavía se ven rincones y edificios oxidados, descascarillados o abandonados, hay recuerdos de una etapa en las fachadas que impiden el olvido del pasado. En el interior de sus casas te esperan grandes patios, techos altos y un color que sólo lo da el paso de los años.
Budapest está rejuveneciendo. Está construyendo, pintando y maquillando. Está poniéndose bonita para todos aquellos que quieren visitarla. Y sin embargo a mí me gusta como está: imperfecta con sus recuerdos, su rebeldía y su oscuridad. Espero que Budapest se quede para siempre con sus aires de postal.
DATOS ÚTILES PARA VIAJAR A BUDAPEST
Budapest es la ciudad más cara de Hungría, pero aún así es más barata que muchas otras ciudades europeas. Para dormir hay muchas opciones y hay hostels. Yo me quedé en el Loft hostel, uno muy céntrico y tranquilo (ya no estoy para party hostels), con entrada por uno de estos altos y antiguos edificios que describo, donde Emilie y Ferci en su proyecto de co-living me hicieron sentir como en casa. Es perfecto para conocer gente y estancias semi largas. También puedes reservarlo aquí.
Budapest es tranquila y segura, aunque tiene mucha fama (y alma) de fiesta. No puedes dejar de ir a los Ruins Pubs (Szimpla Kert es el más antiguo y conocido) aunque ten en cuenta que ya sólo van turistas. Si una cerveza debería costar alrededor de los 600 HF, ahí están alrededor de los 990 HF. Aún así, el ambiente es bastante especial y no te lo puedes perder.
Aunque casi nadie lo haga, lo turístico de Budapest puede hacerse caminando. Incluso la distancia hasta la estación de autobuses es manejable, unos 40 minutos. Si no, el ticket de metro cuesta 350 (un poquito más de un euro) y tienes que pasarlo por la máquina para validarlo. Si no lo haces, aunque hayas comprado el ticket, tendrás multa (y hay bastantes controles).
Además de todo lo turístico que todo el mundo y blogs recomendarán, te recomiendo ir al parque de la Isla Margarita, donde hay una fuente que aproximadamente cada hora baila al ritmo de la música. ¿El resto? El disfrute está en pasear la ciudad, perderse en el barrio judío, hacerse un free tour, darte una vuelta por Buda y subir a la estatua de la Libertad, pasear por el parque Városliget, cruzarse todos los puentes, tomar una foto desde el puente Margarita y no perderte al menos un atardecer y un paseo de noche con los edificios muy bien iluminados.
¿Conoces Budapest? ¿Crees que Budapest tiene aires de postal?
Si tienes algo que comentar... aquí tienes tu espacio