Me encanta llegar a los lugares caminando, así que cuando me lanzaron la oferta de un posible trekking al castillo de Devin de Brastislava la acepté sin tener demasiados datos. Un pequeño texto informativo en inglés, el Google Maps y muchas ganas de descubrir ¿Qué podía salir mal?

EL CASTILLO DE DEVIN DE BRATISLAVA

Cuando llegué a Bratislava, poco o nada conocía sobre Eslovaquia: algunas referencias por aquí y algún nombre olvidado por allá, pero ningún tipo de plan ni expectativa sobre lo que me esperaba en este país. Así que cuando la recepcionista del hostel me habló del castillo de Devin y la cercanía a Bratislava, me pareció una buena idea y lo chequeé enseguida. Lo que vi en las imágenes de Google me convenció por completo y decidí que iría al día siguiente. La excursión era sencilla (sólo había que tomar el autobús 29 bajo el puente más famoso de la ciudad hasta Devin) y barata, con 90 céntimos estaría allí.

Durante la tarde, mientras charlaba en el hostel con un holandés que había llegado hasta Bratislava con la intención de correr la media maratón, apareció un chico sevillano que lo conocía y, en una ausencia del holandés y alegrándonos de hablar algo de español, iniciamos una conversación. No tenía muy claro el cómo, pero su plan para la mañana siguiente era hacer un trekking al castillo de Devin. Ese plan no sólo coincidía con el mío, sino que era mucho mejor. Yo, que ni siquiera había imaginado que era posible hacer un trekking al castillo de Devin, me uní a su plan de inmediato; si no sabíamos cómo llegar, lo averiguaríamos.

TREKKING AL CASTILLO DE DEVIN DE BRATISLAVA 

Debido a la facilidad para llegar con transporte público desde Bratislava, no encontramos demasiada información respecto a cómo hacer un trekking al castillo de Devin, pero buscando por internet encontramos una pequeña reseña en inglés (con pocos datos) de la que, ya siendo dos personas, decidimos fiarnos.

Con agua, comida y abrigo frente al palacio Grassalkovich, residencia del presidente de Bratislava, tomamos el autobús número 83 dirección Pri kríži (que también cuesta 90 céntimos) y tras unos 20 minutos y 14 paradas, descendimos en la parada Žatevná.

Una vez descendimos, el autobús giró a la derecha y nosotros seguimos recto, dirección a la iglesia. En ese momento, en continua subida, dejando un colegio a la derecha, apareció un pequeño camino entre árboles y fuimos conscientes de que encarábamos la montaña para introducirnos en ella.

Tal y como decía la reseña, fuimos siguiendo las marcas blancas y amarillas que íbamos encontrando en los árboles y, aunque a veces dudábamos un poco, Google Maps nos ayudó así como alguna persona que encontramos en el camino. El entorno en el que nos recibía la montaña era maravilloso: nos rodeaban árboles altos de un verde hermosamente intenso, la tierra en nuestros pies, el sonido de los pájaros en nuestros oídos y a través de las hojas se presumía un sol que no nos tocaba pero que calentaba.

En un momento dado, las señales amarillas marcaron a la izquierda un camino que no creímos cierto debido a que se proyectaba estrecho y en bajada . Siguiendo nuestro instinto, decidimos no hacerles caso y seguir recto por el camino más ancho; y fue así como nos perdimos.

Estábamos tan sumergidos en una de esas conversaciones que da el monte, en el paisaje y en el ritmo de nuestras respiraciones, que no nos dimos cuenta que habíamos dejado de seguir las flechas amarillas para seguir flechas rojas. Había pasado más de media hora y, en un intento algo absurdo, tecleando en Google éste nos dijo que estábamos a más de una hora del castillo. Mas lejos, incluso, de donde habíamos empezado.

Sí, estábamos perdidos. Recordamos entonces aquel pequeño camino de flechas amarillas que giraba a la izquierda y fuimos conscientes de que había sido en aquel momento cuando nos habíamos confundido.

Justo en ese momento de recapacitación aparecieron dos mujeres con bastones bajando la montaña que nosotros bordeábamos. Dudaron un poco con nuestra pregunta y tras debatir un poco en eslovaco tomaron una decisión con la que guiarnos. Podrían habernos hecho volver hacia atrás, pero como no estaban muy seguras, nos tiraron montaña arriba y nos dijeron que siguiésemos las flechas rojas y blancas hasta que, en la cima de esa montaña, encontraríamos un palo con muchas más informaciones. Ahí, estaban seguras, marcaba la dirección adecuada para continuar el trekking al castillo de Devin.

Habiendo caminado más de la cuenta pero todavía disfrutando, subimos esa cuesta bastante pica que nos llevó, tras unos quince minutos, a un mirador hermoso donde se observaban los meandros del río en la distancia. Una vista única que de no habernos perdido no hubiésemos visto. Agradecimos esas pequeñas casualidades que te da el viaje bajamos todo lo que habíamos subido siguiendo, todavía, las fechas rojas y blancas. En un momento nos encontramos de nuevo con las flechas amarillas. Los dos caminos convergían y seguían juntos el trekking al castillo de Devin, uno viniendo del pueblo del que veníamos nosotros y el otro, el rojo, de otro.

Como siempre pasa cuando llegas caminando a un lugar, llegamos contentos. Por el bosque en la montaña, los verdes, la vista del río, la del castillo en la altura y las conversaciones tranquilas que te da el monte. Por el esfuerzo realizado y por lo bien que nos iban a saber, entonces, los dos bocadillos que nos habíamos preparado. El trekking al castillo de Devin que debía habernos llevado algo así como una hora y cuarto se alargó hasta unas tres horas. Pero también escribo que no nos importó.

Una vez allí, el castillo de Devin no nos defraudó. Está semi derruido pero todavía se contempla cómo fue construido en la roca. La entrada cuesta dos euros y, además del paseo por los jardines y la visita al castillo, tiene unas vistas preciosas de la unión del río Morava con el Danubio.

Para mí es una visita prácticamente obligada si estás en Bratislava y, si tienes tiempo (y las ganas) te recomiendo fervientemente hacer el trekking, pero ve atenta y no te pierdas (a no ser que quieras tentar a la suerte e intentar llegar hasta esta vista que sólo se ve desde el mirador).