Dice Sabina, que allí donde fuiste feliz no deberías tratar de volver. Yo, sin embargo, siempre vuelvo a Tarragona. Una de las ciudades de mi vida.

Y de allí, siempre vuelvo como voy; con un cúmulo de emociones agazapadas en la boca del estómago que me cuesta digerir. Será por eso que escribo. Para tratar de masticar esta sensación inexplicable e intangible de felicidad y tristeza, de brevedad e intensidad, de hambre y saciedad.

Tarragona me habló en poesía ( o lo intentó), y así he tratado de hablar de este lugar, o como dice Borges, de aquellas épocas. Porque son los tiempos vividos lo que se extraña de un lugar. Y la gente. Sé que siempre habrá felicidad en Tarragona mientras siga allí la gente que me hizo (y me hace) feliz.

Y, será por eso, que siempre vuelvo.

Tarragona es nostalgia.

Será que añoro los tiempos en los que éramos jóvenes,

alocados e ilusos,

soñadores,

tan independientes del futuro.

Tarragona es nostalgia.

De lo que fue,

de lo que pensábamos que sería,

de lo que creímos ser

y de lo que nunca llegaría.

Tarragona es nostalgia.

Esos kilómetros  que me duelen,

recordarme quién fui,

aunque ya no me encuentre

en ese reflejo que habla de mí.

Tarragona es nostalgia.

Saber que ya casi nunca nos juntamos,

que vivimos en la distancia,

ver cuánto hemos cambiado,

y que en realidad nada cambia.

Tarragona es nostalgia,

y ahí está la magia.

Haciendo el monger desde 2005 (y lo que nos queda...). Y aquí ya éramos licenciadas... No estamos todos los que somos, pero es difícil encontrar fotos "dignas" (true story). Qué bonito es volver a ver a la gente donde fuiste feliz.