Allí se encontraba, a la derecha sobre el mostrador, una placa con el nombre de la empleada, su foto y los votos obtenidos de media representados por estrellas.

Andrea tuvo suerte y fue atendida por una chica que contaba con 4 estrellas de las cinco posibles. En mi caso, me tuve que conformar con áquella que únicamente contaba con una. Sin querer crearme prejuicios fui atendida por la chica, y la verdad es que apenas sonreía, no miraba a los ojos y ¡era muy lenta!. En menos de cinco minutos Andrea tenía ya su dinero chino en la mano y se despedía de la chica. Sin dudarlo, apretó las 5 estrellas y puntuó a la chica. Una voz, en un tono bastante alto, salió del aparato y dijo algo en chino que no comprendimos. ¿Habría dicho la puntuación que el cliente le había otorgado? o por el contrario ¿únicamente decía que el cliente había votado?

Cinco minutos más tarde, la chica que me atendía parecía finalizar. El servicio había dejado bastante que desear y pensé que su única estrella la tenía bien ganada. Por no estar acostumbrada a esto de las votaciones, y por no querer poner en más apuro a la chica, no pulsé el botón, ya que sin duda....¡mi voto hubiese sido negativo!