Te dejo Marruecos, y no puedo evitar sentirme algo triste. También descansada. Tranquila. Te dejo Marruecos y no puedo evitar sentir que no me despido, que te digo hasta pronto Marruecos, volveremos a vernos.

Ha sido un mes intenso, éste, pasado en Marruecos. Un mes de contrastes, choques y cambios internos. De odio, amor y de extremos. Cansancio, miedo y mucha alegría. Mucha sorpresa. Agradecimiento, intromisión y recogimiento.

No fue sencillo acostumbrarme al principio. Es difícil pasar desapercibida en Marruecos, y más todavía cuando una va sola. Marruecos tiene otro ritmo, y no fue fácil acostumbrarme a tanta insistencia, a dar la mano en cada esquina y saludar a cada persona con la que cruzas una mirada, y eso que vivo en un pueblo.

Siento que vuelvo a Marruecos.

Y es que ahora lo entiendo. No siempre me gusta, no siempre lo acepto, no siempre he tenido la fuerza ni una sonrisa, pero es un mundo tan diferente que 'simplemente' por eso merece todo mi respeto. Es un país de contrastes. La honestidad y hospitalidad de sus gentes contrasta con la de quien se busca la vida en sus calles a costa del turista. El respeto y la cortesía de la familia, queda empañada por el hombre descarado que no duda hacer un movimiento extraño con la moto para asustarte y, de paso, poder susurrarte algo al oído. El olor a comino, tajin y hierbas se mezcla con el del pescado y la carne a la venta sin hielos que los mantenga. El silencio y espacio de la ciudad nueva contrasta con el ruido y movimiento de sus calles en el interior de la medina.

Todos los Marruecos dentro de un mismo Marruecos.

Como me avisaron en Tánger, Marruecos me enseñó a decir que no, a ignorar a un vendedor sin sentirme culpable y ser amable con quien viene a rondarte, pero cortante. Marruecos me enseñó de hospitalidad, de buen humor y me enseñó que no todos somos iguales y que un pasaporte morado vale más que uno africano, y que quien se considera ciudadano del mundo puede decirlo porque no nació en este lado.

Marruecos ha abierto en mí muchos debates internos sobre religión, fronteras, respeto y diferencias de género que no sé si podré cerrar algún día. Porque siento que es fácil criticar o desprestigiar algo a lo que no estamos acostumbrados, pero es más difícil (y más importante) mirarnos a nosotros mismos con esos ojos críticos despiadados. Eso es algo que ha conseguido en mí mi querido y odiado Marruecos.

Me vuelvo más fuerte, pero con mas dudas. Con menos opiniones y más preguntas. Me vuelvo con cierta nostalgia. Me voy con amigos, me voy con una sonrisa, con ganas de casa, de cama y con una promesa de vuelta ahora ya escrita.

Me voy pero no digo adiós, te dejo, pero te digo, hasta pronto Marruecos.

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