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PRIMERAS IMPRESIONES DE KENIA COMO MOCHILERA

Si tuviese que dar unas pinceladas sobre mis primeras impresiones de Kenia como mochilera las daría en amarillo. Quizás es una sensación estúpida pero es una imagen recurrente que me viene a la mente mientras me paseo por el país. Kenia es alegre, llena de vida e intensa. También, si la miras con detenimiento, puede dar dolor de cabeza.

kenia como mochilera

Llevo algo más de quince días en Kenia y, si me preguntan, diría que los he pasado en la carretera. De matatú en matatú, de espera en espera, de bache en bache y de pueblo en pueblo. Kenia, a ritmo variable entre la desesperación y lo frenético, se presenta ante ti con un cristal de por medio.

Hay muchas cosas que me han sorprendido de Kenia y que, con algo de esfuerzo (y mucho placer) voy a intentar plasmar en este artículo sobre mis primeras impresiones de Kenia como mochilera, pero si algo me saca todavía una sonrisa y me resta un poco de paciencia (porque nadie dijo que esto son dos cosas antónimas) son los matatús, las pequeñas furgonetas que conectan unas ciudades con otras. Tardé un poco en saber que siempre son negociables, que siempre, siempre, cabe más gente de la que parece y que el contacto, así como los olores tras todo un día de trabajo (o caminata, nosotros también arrastramos lo nuestro), siempre puede aumentar hasta niveles inesperados.

Mochilear Kenia en matatú
Un viaje en matatú, una aventura

Kenia tiene banda sonora asociada. Todos los matatús llevan la música alta. Es una mezcla de tambores, ritmos alegres y un tono cálido que hace que mi cuerpo se mueva inconsciente mientras los paisajes, más verdes de lo que imaginaba desde casa, salteados con mercados hechos con cuatro maderas pasan por delante de mis ojos.

Primeras impresiones de Kenia
Volcanes, verde y animales salvajes

Las estaciones de matatú son un caos y cualquiera que te ve algo perdida te agarra de la muñeca y a un ritmo inusual para los keniatas te lleva de un lado a otro dándote precios que no tienen nada que ver con la realidad. Los matatús sólo salen una vez se llenan y eso, para gente inexperta, puede significar horas de espera. Mientras esperas, con la mochila entre las piernas, un saco enorme bajo tus pies y el calor azotando la chapa del techo, frente a ti se presenta una fila infinita (e invisible y en bucle) de vendedores que ofrecen de todo: frutas, patatas fritas, cortauñas y trapos de cocina, cargadores externos, tarjetas de memoria, galletas y pañuelos, linternas, sodas, cinturones y sandalias. Algunos, hasta se nos acercan con látigos y puñales.

Si tenemos suerte, a veces se acercan a nosotros vendedores masais, con sus pendientes, varias telas cubriéndoles el cuerpo a modo de vestimenta y esa mirada profunda e intensa, con una cara marcada de cicatrices pasadas que pocas veces (nos) muestra una sonrisa.

Ante mi sorpresa, muchos keniatas se sorprenden ante la presencia de dos mzungo tan fuera de la vía turística y tan solos (imagino que están acostumbrados a verlos en grupos, siempre en los mismos lugares y nunca en una estación de matatú). No parece que haya mucha gente que viaje a Kenia como mochilera. Casi todos tienen tiempo para una sonrisa, un jambo o, en algunos casos, una agarrada de manos y un How are you? Se presentan diciendo su nombre, esperan el tuyo y siguen (y muchas veces cierran) la conversación con un Karibú, con el que te dan la bienvenida al país. Quien continúa la charla abraza con ilusión la respuesta España y se posiciona rápidamente a favor de un equipo de fútbol español. Alaban a Messi y no entienden (o no quieren entender) cuando les dices que realmente no es español.

El keniata es cercano, amable y alegre y, aunque todo es negociable, por regla general, no intentan engañarte y una vez acuerdas un precio son bastante legales.

Algunos niños se nos quedan mirando, otros sonríen, saludan o nos gritan mzungo. Algunos vienen corriendo hasta nosotros y hoy uno hasta me ha dado un abrazo. Si no tienen nada que hacer, y no están muy acostumbrados a los turistas, te siguen en tu aventura durante unas horas (sin ningún tipo de supervisión parental) y se despiden de ti cuando creen conveniente. Es fácil encontrarte niños solos de camino o de vuelta al colegio, aunque éste se encuentre a varios kilómetros.

Primeras impresiones de Kenia como mochilera
En el lago Naivasha, cuando nos creció una prole de niños

La turista llama más la atención que el turista. Curiosamente, esto pasa tanto en hombres como en mujeres. Los hombres miran los rasgos, el cuerpo o incluso el pendiente en el labio, mientras que las mujeres se quedan embelesadas con un pelo tan largo y tan liso, con la nariz puntiaguda o la ropa. Les gusta tomarse fotos con nosotros y, en cuanto me despisto, me agarran del pelo mostrándolo al objetivo sonriendo.

Tomando té en una casa en los alrededores del parque nacional de Aberdare a la que fuimos invitados

El espacio vital es más pequeño y es muy probable que, en cualquier situación, termine por haber roce. Aún así, no los considero sobones. Sí jugones, ya que a la mínima te sonríen, levantan las cejas y pierden la mirada en tu cara, pero también en tu cuerpo y sólo se detienen (algunos) cuando ven que a mi lado va un hombre. Se alegran efusivamente cuando se enteran que es mi hermano y empiezan a planificar una boda ficticia en la que se intercambian vacas. Ya me ha pasado varias veces y en una ocasión una pareja hasta se pusieron pesados, que ya estaban calculando la dote en negociaciones con mi hermano mientras bebíamos una cerveza a la que nos habían invitado.

La comida es a base de grano, comen mucho maíz y mucho menos arroz y alubias de las que esperaba. Las comidas son muy sabrosas aunque en general no son picantes y tienen una relación que todavía no consigo descubrir con la comida India, así pues tienen samosas, Naam, beben Chai y abunda el masala. Las frutas tropicales están muy baratas, así como el guacamole o la comida callejera, lo que hace que, con tanto grano (y la falta de higiene) hace que visite el baño más de lo deseado.

Tilapia y Managu
Githari

Si algo de malo tiene Kenia es que todos los parque naturales son pagando (y demasiado caros), siendo considerado parque nacional todo lo que el turista quiere visitar. Mis primeras impresiones de Kenia como mochilera me dicen que visitarla no es sencilla si no aprendes a decir que no a lugares que por supuesto quisieras visitar.

Sin embargo, si no tienes problema en andar y andas atenta, no es del todo difícil observar fauna salvaje. Las cebras aquí son como caballos y a veces puedes verlas en la carretera. Hemos tenido la suerte de observar jirafas, ñus y búfalos en libertad sin pagar una entrada, así como también hemos tenido algún susto (quizás sugestionado) con los hipopótamos que habitan casi todos los lagos.

Kenia como mochilera
Jirafas en una zona algo out of road, en un trayecto a dedo recogidos por unos masais.
Hipopótamos demasiado cerca en el lago Naivasha ¿los ves?

Después de algo más de quince días, estas son mis primeras impresiones de Kenia como mochilera que, imagino, en lo que nos queda de tiempo (que para ser sincera aún es incierto) habrá más cosas que me sorprendan o me llamen la atención y, por supuesto, intentaré escribir sobre ellas.

Hitos en la autopista de Kenia

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About the Author:

¡Hola! Soy Patricia. Viajo sola desde 2014, cuando cargando mil miedos en mi mochila dejé mi trabajo en una farmacéutica y me marché al Sudeste asiático sin billete de vuelta. Ya he recorrido sola 4 continentes. Enamorada de viajar sola, lento y a dedo, y luchando por sentirme cada vez más libre, ahora me dedico a animar a otras mujeres a hacer lo mismo siendo cabeza y manos del blog Dejarlo Todo e Irse.
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