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¿A QUÉ TE DEDICAS?

¿A qué te dedicas? ¿A almacenar sueños en una caja como monedas en una hucha que nunca abres? ¿De la cual no tienes la llave? ¿A construir muros en lugar de derribarlos? ¿a coleccionar flores de plástico? ¿Que no se mueren porque nunca, nunca, nunca estuvieron vivas?

¿A ocupar tus días en un trabajo que no te gusta pero que a final del mes paga tus deudas, unas cervezas y aquella casa que es del banco? ¿A conformarte con una vida que no soñaste de la cual no puedes quejarte?

¿Que a qué me dedico?

A escupir letras cuando me enfado. A compartir sonrisas, a caminar sobre la hierba con pies descalzos aunque esté fría. A oler las flores, que no de plástico, sólo las vivas. A emborracharme de vida, a colocarme únicamente con endorfinas y oxitocinas. A reencontrarme con bocas y manos ajenas a las mías. A remover conciencias como quien cocina para su familia. A emocionarme con la poesía, a conocerme y seguir buscando. A preguntarme. A cuestionarme. Y a cuestionarte.

¿Y tú? ¿A qué te dedicas?

Hace más de un año que escuché esta canción recitada por Lentejas con punk. La grabé y la escribí porque supo poner en palabras lo que tantas veces me he preguntado y, también, lo que me he contestado. ¿A qué me dedico? (Y la verdad es que ya he escrito antes sobre esto...)

Ya no viajas, me dijeron ayer con cierto toque de sorpresa y tristeza. Y no. De momento ya no viajo. Y me rio también, porque oye, seamos sinceras, justo hace un mes pasé una semana en Mallorca, volé a Lisboa donde estuve cinco días y me hice el camino de Santiago portugués sola, desde Oporto, con una mochila de 20 litros...

Eso de que ya no viajo tampoco es una afirmación rotunda. Pero sí, entiendo lo que quieren decirme. Ya no cojo un avión y me voy sin billete de vuelta. Y cuando viajo, ya no lo comparto (tanto). He pensado por qué me pasa, por qué (no) lo hago. Y, sinceramente, creo que es porque ya no me parece algo especial que contar, que divulgar. Creo que ha habido un salto y que el tabú que existía con nosotras (las chicas que queríamos viajar solas) ya no lo es (tanto). Será por eso que (siento que) mis palabras ya no son tan necesarias. Ahora hay muchas mujeres que viajan solas, aventureras y creadoras de contenido maravilloso.

También es que el viaje ya no es la base de mi aprendizaje, que ha pasado (quizás de momento) a un segundo plano y ya no lo considero el sentido de mi vida. Me sigue gustando el viaje. Me hace feliz, me ayuda, me enfoca, me pone las endorfinas a mil... pero hace tiempo que tenía, también, una grandísima necesidad de construir. Literal y metafóricamente. Me cansé de despedidas, de lo efímero, de la velocidad y de los cambios... y así, buscando, llegué aquí. Un lugar lento. Un lugar cíclico. Un lugar estático, pero también intenso. (¡Qué le voy ha hacer si me gusta lo intenso!) Y desde entonces me dedico a esto.

recolección de grosella negra

¿A qué me dedico? A aprender cosas básicas como identificar los árboles y las plantas que tengo a mi alrededor y saber para qué puedo utilizarlas. A desbrozar parte del monte, a vivir con menos y a (intentar) hacer de una ruina inhabitable un hogar cálido y deseable.

Hace un año que llegué a este pueblo deshabitado, y más tarde okupado, en el que nunca creía que llegaría a quedarme. La España rural y profunda. Un lugar frío, lluvioso y alejado de todo. Un lugar verde, natural y salvaje. Sin embargo, las cosas fueron pasando (como sólo pasan cuando no se planean)... y me fui quedando.

Cuando llegué aquí nadie pensó que este pequeño hórreo pudiese convertirse en una casa. Estaba lleno de zarzas, de telarañas, el suelo no era seguro y tenía goteras. Nadie creía que pudiera vivir en un lugar tan pequeño, tan oscuro y en el que apenas una puede ponerse de pie.

Hoy escribo a los pies de mi estufa de leña, bebiéndome un té, escuchando la lluvia que golpea en la pizarra del tejado y graznar a algún pájaro que (todavía) no identifico. Me gusta no escuchar otros ruidos. No hay carretera, no hay industria, no hay vecinos que griten ni música alta. Cada avance en este pequeño espacio (me) ha supuesto una pelea y una victoria. Una sensación enorme de sufrimiento y orgullo. Abrir el grifo y que aparezca agua, pulsar un interruptor y que se haga la luz, sentir el calor de la estufa y la comodidad del colchón. Pequeños detalles a los que, en cualquier otro lugar, en cualquier otro momento, no prestaría la mínima atención.

No sé cuánto tiempo me quedaré aquí. Tampoco me importa. No me importó con el viaje, nunca puse fechas ni objetivos finales. Volveré por Navidad, porque es lo que siempre hago y alargaré un poco el invierno en Navarra. Este estilo de vida (también) tiene muchos altos y bajos. Nada es fácil entre estas montañas. Porque sí, a veces también hecho en falta el ruido, la música, los planes y las multitudes y me resulta engorroso tener que conducir una hora para llegar al primer super.

¿Es aquí donde quiero quedarme? Entonces me repito que lo que yo buscaba era un campo base y no un lugar en el que quedarme. Me recuerdo que nunca se me han dado bien las cosas a largo plazo. Ahí está el FOMO. Miro tras la puerta, la mochila me espera colgada, siempre preparada. No hay nada que me obligue a quedarme, me repito internamente a modo de mantra. Entonces me calmo. Respiro. La libertad es esto. Poder decidir cada instante. Adiós agobios. Es entonces cuando quiero alargarme, aquí, en mi pequeño hórreo, con los pies al lado de la estufa, el viento azotando, la lluvia golpeando, las teclas bajo mis dedos y el té en mis labios.

2022-11-26T13:16:11+01:00

About the Author:

¡Hola! Soy Patricia. Viajo sola desde 2014, cuando cargando mil miedos en mi mochila dejé mi trabajo en una farmacéutica y me marché al Sudeste asiático sin billete de vuelta. Ya he recorrido sola 4 continentes. Enamorada de viajar sola, lento y a dedo, y luchando por sentirme cada vez más libre, ahora me dedico a animar a otras mujeres a hacer lo mismo siendo cabeza y manos del blog Dejarlo Todo e Irse.

4 Comments

  1. Alicia at 15:36 - Reply

    Hola Patricia,

    No hace mucho que te leo pero despiertas en mí algo que no sé expresar con palabras, mi pecho tiembla de emoción al leerte porque has hecho lo que yo siempre he soñado hacer, y algo en mi interior me dice que no puedo postergar mucho más ese sueño; así que estoy construyendo el camino para seguir tus pasos y dejarlo todo e irme.
    Porque como dice esa canción que has compartido, estoy harta de oler las flores de plástico y quiero oler las de verdad.

    Gracias por compartirnos tus experiencias, para mí son muy inspiradoras.

    Te deseo que la vida te siga trayendo todo lo bueno que te mereces.

    Un abrazo grande.

    Alicia.

    • Patricia at 13:27 - Reply

      Hola y bienvenida Alicia!

      Espero que tomes las riendas y te hagas ese viaje que siempre has querido hacer... Que te lances a él modo de vida que deseas y que algo, habrá que ver qué o quién, te detiene.

      Te mando un abrazo enorme y mucha fuerza. La vida que deseas está sólo esperando a que decidas vivirla 😉

  2. Giorgio at 10:52 - Reply

    Hola Patricia
    Siempre has sido muy valiente, has viajado sola a mil lugares, algo que a mi me encanta pero no siempre he tenido el valor de hacer. Cada vez que lo he hecho, he tenido ese momento de duda de... qué coño hago yo aquí?
    El camino que has escogido ahora es mucho más difícil, vas a echar raíces en un lugar idílico pero duro. Espero que de vez en cuando sigas contándonos tus viajes o tus no viajes.
    Te deseo lo mejor, que seas feliz y que nunca tenga ese momento de ... Qué coño hago yo aquí.

    Un abrazo

    • Patricia at 13:25 - Reply

      Hola, Giorgio!

      Gracias por tus palabras y por tu cariño.
      Eso sí, creo que tomemos las decisiones que tomemos siempre hay hueco para un "que coño hago yo aquí?". Al menos, a mí me pasa. No creo que eso sea algo malo siempre y cuando se encuentre una respuesta que nos convenza. Quizás justamente la valentía sea esa, preguntarte qué hago aquí... Y buscar una respuesta. No sé 😂

      Te mando un abrazo!!!

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