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LLEGAR A NAIROBI: mis primeras dos horas en la capital de Kenia

Digo la verdad cuando escribo que no sabía qué me esperaba al llegar a Nairobi. Africa, Kenia y Nairobi eran (y son) para mí palabras mayores. Ya os escribí aquí cómo me sentía dos días antes de empezar este viaje. Las treinta y seis horas de viaje ayudaron quizás a calmar mis nervios, pero no tanto a mis miedos.

Atardecer en Madrid
El cielo de Madrid ardiendo durante el despegue

Kenia (me) sonaba tan salvaje que ni siquiera tenía una idea preconcebida para ella. Sin embargo, después de una escala de siete horas en Arabia Saudí, de los rezos, del Corán y de las mujeres de figura y cara tapada, llegaba a Kenia.

Transbordo en el aeropuerto de Jeddah
Durmiendo en Arabia Saudí durante el transbordo

Me sorprendió un aeropuerto pequeño pero eficiente, los gritos hacia un señor por parte del policía que controlaba los visados y los nervios en mi estómago al saber que había cometido el error de deletrear mal mi apellido cuando, desde casa, hice el mío. Esperé un poco y, cuando ya fue mi turno, puse (como siempre en estos casos) mi mejor sonrisa. El señor parecía encantado, ya no gritaba y sólo sonreía, preguntó cuáles eran mis planes y aplaudió cuando le dije entre dudas que no sabía si serían uno o dos meses. Cuando por fin el sello cayó en mi pasaporte con permanencia para tres meses, me guiñó el ojo coqueto y mostró una sonrisa blanqueada por el contraste de su piel.

Pasar el control de visados al llegar a Nairobi no había sido difícil. Más bien todo lo contrario.

A la salida del aeropuerto nos recibieron los gritos. Gritos alegres que pretenden venderte: un taxi, un hotel, un safari o cualquier cosa que necesites. A un trabajador del aeropuerto alto, negro y con unos labios anchos que le hacían bastante guapo le pregunté por el autobús que nos haría llegar a Nairobi. Se rió divertido cuando especifiqué que buscábamos el autobús público y no el que se dirigía a los hoteles, pero tras las carcajadas nos explicó amablemente.

Caminamos en la dirección detallada, a la derecha para luego girar a la izquierda, y cuando mostramos de nuevo el menor atisbo de duda otro señor, un taxista, nos preguntó qué buscábamos. Contestamos lo mismo y él, riendo a carcajadas también, nos guió de nuevo. ¿Qué tendría tan gracioso el autobús público? Sin embargo los miedos parecían diluirse poco a poco con cada minuto que pasaba. Parecía que la gente en Nairobi era fiable y legal, simpática y muy alegre, quieren venderte pero si tienes claro lo que quieres no intentan engaños o picardías.

Casi todo el mundo habla inglés y me lo confirmó el conductor de autobús, que, cuando lo encontramos, nos respondió afirmativamente que por 80 chelines (unos 70 céntimos de euros) nos conducía los 15 kilómetros que llevaban al centro.

La aventura para llegar a Nairobi comenzaba ahí. Mi couchsurfing me lo confirmaría después, "los turistas siempre cogen un taxi, pero el autobús es más divertido y una forma especial de conocer Nairobi" me dijo entre risas.

El primer chico que se montó nos saludó sonriente y nos ofreció su mano a los dos, la segunda fue una militar cargada con un rifle enorme que no sonrió. El autobús arrancó y se fue llenando mientras Nairobi iba explotando frente a nosotros. Nos acercábamos despacio pero no nos importaba, al fin y al cabo nuestro único objetivo del día era llegar a Nairobi y aprender a disfrutarla. Las casas pequeñas y destartaladas que funcionaban al mismo tiempo como negocios se iban cambiando unas por otras mientras avanzábamos, había hombres tirados en la hierba y pitidos continuos. Nairobi se me hacía una mezcla de Bangkok con Belize, Guatemala y la Paz y, como ellas también al principio, me provocaba mareos. La música del autobús sonaba con fuerza, hacía calor y la mochila sobre mis piernas tampoco ayudaba. En cada calle había un pequeño mercado al aire libre, entre charcos y montones de basura que, por como olía, habían pasado varios ciclos de descomposición. A pesar del caos, la gente que se montaba en el autobús siempre iba muy arreglada, bien vestida y, además de educada, cada vez que me miraban sonreían.

"Down, down, down" y con un gesto rápido de mano nos hizo bajarnos. Allí, en ese semi descampado, para cambiarnos de autobús. Intercambiaron algo de dinero y unos pasajeros. La música era diferente, pero también alegre y, por supuesto, sonaba a todo volumen. Un chico de la calle se fijó en mí y, agarrándome la mano a través de la ventana comenzó a decir varias cosas en inglés de las que no entendí nada. Respondí con una sonrisa y terminó por marcharse. Todavía lo seguía con la mirada cuando, entre charcos, vació un cubo con agua sucia, lo tiró a lo que imaginé un pozo y metió medio cuerpo tras él por ese cuadrado sin dejar lugar a más espacio. El autobús se movió y ya no pude saber qué pasó después.

Camino para llegar a Nairobi
Parte del camino para llegar a Nairobi

Ante cualquier mirada algo alargada los chicos me levantaban sus cejas y las mujeres me miraban entre divertidas y curiosas. Yo ya no sé si era el color de mi piel, el pelo liso o el lugar, o, quizás, mi cara entre miedo, cansancio y felicidad.

Al llegar a Nairobi nos detuvimos en una calle que hacía las veces de estación. No había nadie que no tuviera algo que ofrecernos, agarrándonos una mano, diciéndonos Welcome o How are you?. Continuaban los gritos, las bocinas, el humo y los chicos que me levantaban sus cejas con una sonrisa y las bajaban (sólo a veces) cuando veían que iba acompañada.

No hay semáforos y si los hay no los he visto o todo el mundo hace caso omiso. La calle se cruza despacio, pero sin pausa, entre pequeñas furgonetas que actúan de autobuses, hombres cargando pesos y empujones. Hay que caminar atenta porque a la acera le faltan piedras y, además, hay avisos de robos de carteras y, por si fuera poco, en un despiste te pierdes. Sólo nos han hecho falta diez segundos para ir cada uno en un sentido y entonces, sola, sí que he llamado la atención de la gente.

Mezquita de Nairobi
Vistas desde la tranquilidad del hotel

Llegar a Nairobi ha sido una explosión de emociones, de sensaciones y de estímulos. Sólo dos horas y ya he sentido la necesidad de escribir estas líneas que, como siempre, parece que se me quedan cortas. Ahora puedo descansar, por fin, en un hotel, sencillo, barato y céntrico... mañana veremos qué.

Iré contando...

2020-06-17T15:46:36+01:00

About the Author:

¡Hola! Soy Patricia. Viajo sola desde 2014, cuando cargando mil miedos en mi mochila dejé mi trabajo en una farmacéutica y me marché al Sudeste asiático sin billete de vuelta. Ya he recorrido sola 4 continentes. Enamorada de viajar sola, lento y a dedo, y luchando por sentirme cada vez más libre, ahora me dedico a animar a otras mujeres a hacer lo mismo siendo cabeza y manos del blog Dejarlo Todo e Irse.

6 Comments

  1. Paula Alvarez Frea at 14:18 - Reply

    Gracias por llevarme a Kenia!! hay una canción de Serrat que dice:"con las alas de tus cartas Jose, atravesé todos los cielos de América, contigo, amigo...."
    Espero siempre, y disfruto muchísimo, las crónicas de tus viajes !!
    Paula Alvarez Frea (desde Buenos Aires, Argentina)

    • Patricia at 18:43 - Reply

      Gracias por este mensaje <3, aunque me cueste ponerme un día a contestar comentarios me ayuda mucho a seguir escribiendo.

      Un abrazo!

  2. Anónimo at 11:00 - Reply

    Me encanta leerte Patricia...haces sentir cada lugar que visitas, más cercano...Gracias por compartirlo!!

    • Patricia at 18:41 - Reply

      Gracias por leerme <3

  3. manuel gomez trujillo at 11:53 - Reply

    hola Patri, pues Kenya lo recuerdo intenso. Yo estuve en 1995, fuimos a escalar el monte kenya por una famosa vía de hielo. Recuerdo que salir de Nairobi a esa zona nos costó 5 días, intentamos autobuses, taxis, todo fallidos con alguna "movida". Contratamos también un safari de 9 días a 30€ día, de la época por día, lógicamente intentaron acortarlo y tuvimos que acampar en sus oficinas dos días hasta la devolución de parte del dinero. Mucha pelea, algún intento de robo fallido,... cuanto antes salgas al campo, a la costa,...mejor. Disfruta

    • Patricia at 18:40 - Reply

      Hola Manuel!

      Menudas aventuras! Escalar Monte Kenia, qué maravilla!
      Kenia, ya desde la tranquilidad de casa, es muy intenso. Aún así, imagino que en tus tiempos mucho más, pero todo precioso y merece la pena cada momento pasado. Como dices, la costa más tranquila. Un abrazo!

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