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De despedidas y señales

No me gustan las despedidas. Me hacen sentir triste, melancólica y me duele pensar en que serán para siempre. Aunque siempre lo pienso. No aprendo. Cuando digo adiós, una mano negra de masoquismo interno me recuerda que ese adiós será el verdadero. El definitivo. Tras el cual nunca más volveré a verle.


Sin embargo, y por alguna extraña razón, parece que estoy abonada a ellas. Como si decir adiós fuese de lo que se trata mi vida. Despedirme. Sufrir la ausencia y ese efecto de desvinculación que tardo algunos días en olvidar. En aprender a volver a moverme sola de nuevo. Es lo que pasa cuando te mueves mucho, me digo con una sonrisa torcida que ni yo misma entiendo.

Hace unos días, a la altura de Cobreces me encontré un libro. Un libro que habla de Leyendas Personales y de muchas señales. Señales que todo el mundo ve, que todo el mundo recibe pero que no todo el mundo sabe leer. Señales que guían tu camino y te ayudan a decidir. Tomé el libro, por eso de no ser la única que no comprende las señales y suponiendo que él mismo era una señal que debía saber entender.

En el Camino todo el mundo me habla de señales. Y tiene sentido, me digo, más aquí, donde lo único que hacemos es seguir la dirección que marcan ciertas flechas amarillas de las que muchas veces no nos peguntamos ni a dónde nos llevan.  Y aunque lo pienso mucho, creo que no creo en las señales, aunque a estas alturas creer en algo a ciencia cierta se me haga tan complicado. Sin embargo, he decidido seguir una señal. Un guiño del mundo, de la tecnología o de la casualidad. Sin importarme demasiado si realmente creo en ellas o si en realidad es una forma sencilla de tomar una decisión de la que no conozco sus consecuencias. Porque algo en el interior me dice que tanta gente no puede estar equivocada. Ayer, misteriosa y digitalmente, se borró el pdf con la guía del Camino de Santiago del Norte que almacenaba en mi tablet, siendo hoy el día en el que debo decidir si seguir el Camino del Norte o desviarme al Camino Primitivo. Esas dicotomías que, una vez más, el camino ha decidido plantearme. Decisiones sobre qué camino tomar. Decisiones sobre despedidas y reuniones, sobre caminos que se juntan y se separan. He decidido entender esa señal, porque  me ha parecido bonito pensar que el mundo ha decidido mandarme una a mí.  Borra el  Norte de tu mente y vete al Primitivo. Porque primitivo suena bien, suena poderoso, suena salvaje. Siendo salvaje una palabra que se repite cada vez que pregunto sobre esta dicotomía de viaje. Siendo salvaje una palabra que tanto me ha marcado en esta última etapa. Salvaje fue la película que me llevó a realizar este camino y Hacia rutas salvajes una película que me erizó cada vello de mi cuerpo. Es el primitivo, me digo. Las señales son claras. Aunque no crea en ellas. O si lo haga. Aunque crea que cada uno puede entender las señales como más le interese, como más lo crea conveniente. Porque quién te asegura que seguir esas señales son las que te llevarán al destino que esperas. Porque, quién te dice a ti que esas flechas blancas y amarillas que seguí  ya sin pdf, y envalentonada por las señales que el mundo me enviaba, no te llevan a Santiago, si no a hacer un bonito, pero poco práctico, tour de una hora por los alrededores de una playa para dejarte en el mismo lugar que empezaste.

Perro peligroso

Señales que engañan...

Lo que me hace preguntarme, por qué el borrar un pdf y una palabra como Salvaje me inclina hacia una dirección, pero el perderme siguiendo unas señales que el entorno ( y no un libro) me envía,  no hace que comprenda que quizás aquello de seguir señales no está hecho para mí. Sólo puedo pensar en lo curioso de la mente, del instinto y de la voluntad. De la incertidumbre.

Deja de pensar

¿Son las señales una forma de dejar de pensar?

Pero hace poco un Mirlo Blanco me instó a que siguiese la senda del corazón. ¡Qué cosas más raras me pasan últimamente! Pensé yo... y sin embargo, sin saber muy bien a qué se refería ese mirlo con eso de la senda, sentí que el corazón palpitaba más fuerte cuando hablaba del Salvador y eso que dicen de que quien va a Santiago pero no al Salvador, visita al siervo pero no al Señor.

Tanta señal y tanto corazón me han decantado por una decisión que me aleja de un presente, ya pasado, y que me deja preguntándome si volveremos a vernos. Que me lleva a nuevas despedidas y nuevas rutas solitarias. En la costa dejo una buena amiga, que curó mis heridas cuando caí, que perdí y reencontré, que escuchó y me enseñó. Esta vez le digo adiós sin despedidas, porque ya voy a aprendiendo lo caprichoso del camino, que me enseña a cambiar ese adiós por un hasta pronto.

Compañerismo en el camino de Santiago

Buen camino little angel! 🙂

2016-01-18T18:09:32+01:00

About the Author:

¡Hola! Soy Patricia. Viajo sola desde 2014, cuando cargando mil miedos en mi mochila dejé mi trabajo en una farmacéutica y me marché al Sudeste asiático sin billete de vuelta. Ya he recorrido sola 4 continentes. Enamorada de viajar sola, lento y a dedo, y luchando por sentirme cada vez más libre, ahora me dedico a animar a otras mujeres a hacer lo mismo siendo cabeza y manos del blog Dejarlo Todo e Irse.

4 Comments

  1. […] pregunto cuándo y cómo volveremos a vernos. Que me duela el momento. Olvidarme otra vez de que el viaje y el camino me ha enseñado que existe el Hasta pronto. Ser consciente de que es muy probable que mi sobrina ya hable cuando yo vuelva, que mi sobrino […]

  2. […] y como sabe quien sigue el blog, debido a unas cuantas señales no continué por el camino de la costa si no que tomé la conexión a Oviedo y seguí mi camino por […]

  3. […] se sintió raro. Y se sintió raro porque la llegada supuso una gran despedida. Decir adiós, o repetirme que esta vez será un hasta pronto. Mientras todos marchaban sintiendo claros sus impulsos…yo…yo no estaba preparada para […]

  4. Anónimo at 12:00 - Reply

    Gracias por la bella postal!! Buen viaje de parte de Maria y Marcos!!

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