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Al final del Camino

Hay muchos caminos y hay muchos finales. Hay quien decide detenerse nada más empezar y quien decide continuar a pesar de haber terminado. Tras 43 días caminando llegué a Fisterra, un lugar para el que nunca planeé que fuese el final del Camino. Y del que todavía no sé si lo fue...

Santiago nos recibía con sol y a ritmo de música celta. Llegaba en forma, descansada y en buena compañía. Me sentía feliz, exultante y cargada de energía. La plaza se abría a nosotros, manteniendo una catedral en obras escondida a sus espaldas. Recuerdo que cuando llegué allí no supe a ciencia cierta donde me encontraba, pues  siempre había imaginado que me la encontraría de frente, preciosa ella, y llena de gente con lágrimas en los ojos. La imaginación es así.

Sin embargo, me encontré una plaza algo triste, en obras y con gente tirada en el suelo descansando y disfrutando de tan merecido placer. Fue un momento feliz, regado con cantos que nos acompañaron todo nuestro camino primitivo. Allí, para completar el momento, nos esperaba un compañero más rápido y su perrita con una buena colección de cervezas gallegas coloradas. No fue un momento de recogimiento como lo esperaba, no fue un momento de reflexión,  sino de alegría y celebración. Estábamos en Santiago, ese a lugar donde me dirigía después de 39 días, el lugar a donde todas esas flechas amarillas señalaban... ese lugar donde todo el mundo encontraba su final. Pero donde yo no lo encontré.

Vistas de la catedral de Santiago

Vistas de la catedral de Santiago

Los finales se sienten, o al menos eso era lo que yo esperaba. Y en Santiago no lo sentí. Santiago no era mi final. Disfruté la llegada, bebí crema de orujo y recibí mi compostelana, pero yo no había terminado. Es más, Santiago me echó. Sentí que no podía quedarme allí mucho tiempo, que tenía que seguir caminando, aunque no supiese explicar a nadie muy bien el porqué. Y sin dar tiempo a que el cuerpo descansase ni a que la celebración se evaporase, me calcé las zapatillas y me coloqué la mochila. Santiago no significaba un fin de etapa, y no quería tratarlo como tal.

Fisterra fin del camino

Lo bonito de las buenas compañías es que se adaptan a los ritmos, o,  lo que es mejor, sienten los mismos. Continuaba el camino al final, y no lo hacía en soledad. Fueron cuatro días mágicos, llenos de energía, de conversaciones y de proyectos en el aire que bajaban a tierra convirtiéndose en realidad soñada. Cuatro días en los que dos de ellos no fueron sencillos, pero sí bonitos. Cuatro días en los que el camino nos sorprendió dándonos aquello que necesitábamos; una furgoneta cargada de pan en un camino donde no había panaderías en 15 kilómetros a la redonda, un sol de verano en un mes que aguardaba lluvias y refugio en albergues que ya no tenían plaza para nosotras.

dormir en el camino de Santiago

Baños que se convierten en palacios cuando no tienes lugar para dormir

Ver el mar por primera vez cuando no lo esperábamos nos hizo saltar de alegría y abrazarnos como si ya lo hubiésemos conseguido. Nuestro destino estaba a más de 20 kilómetros todavía, pero visualizar el mar nos hizo visualizar nuestro objetivo, nuestra razón y nuestro sentido. Encontrar el mar, o reencontrarlo, hizo que esos últimos esfuerzos valiesen la pena, tuviesen sentido. Caminar dejó de hacerse complicado. Estábamos tan cerca que podíamos escuchar la mar, las olas golpeando bravas contra la roca y las gaviotas sobrevolando la espuma. Comenzamos las celebraciones a pesar de que todavía nos quedaba un día de marcha. Comí mejor que en 40 días y dormí sabiendo que lo había conseguido.

Pisar la playa de la Langosteira me aportó tranquilidad. Ya no había prisas, dolores, ni ganas de llegar. El cielo gris y el viento nos hablaba a gritos. Nos recibían. Habíamos llegado a destino y aunque no lo veíamos, sentíamos que el faro estaba muy cerca. Caminamos por la playa sin prisa, nos sorprendimos ante tanta vieira y recogimos la nuestra. Nuestra prueba de nuestra llegada, la señal que nos había identificado todo el camino.

Y llegamos.

El kilómetro cero, el viento, las nubes. El mar. Llegar se sintió feliz, tranquilo, se sintió completo. Celebramos en calma, compartimos sensaciones y silencio. Hacía frío y viento, pero no nos llegaba el momento de marcharnos. Y cuando, al fin, creímos que había llegado el momento de hacerlo, encontramos ahí a uno de los nuestros, un amarillo perdido en el camino. Un amigo que dejamos en Santiago y que hizo que el atardecer encapotado se alargase hasta que nos descubrió la noche.

Finisterra

Llegar se sintió raro. Y se sintió raro porque la llegada supuso una gran despedida. Decir adiós, o repetirme que esta vez será un hasta pronto. Mientras todos marchaban sintiendo claros sus impulsos...yo...yo no estaba preparada para terminar. O lo estaba y no era consciente.  Necesitaba más tiempo allí, saber qué venía después, si es que venía algo. Me sentía cansada de caminar, aunque mis piernas no sentían dolor. Tampoco mis pies, que se encontraban sanos y acostumbrados al caminar, ni mis hombros, que ya no se quejaban por el peso de la mochila.

Sin embargo, siento que mi mente necesita un descanso. Tiempo para asimilar, para pensar. ¿Pensar en qué? Me pregunto después. En las lecciones aprendidas, en las conversaciones compartidas, en las divagaciones. En todo lo escuchado, en todo lo aprendido, en todo lo sentido.

playa de fora

El vacío...de no saber a dónde ir

Y me quedo en blanco. Como si, de golpe, lo hubiese olvidado todo. No sé si es mi momento de desvinculación , si estoy cansada, si ya echo de menos o si simplemente ya no tengo fuerzas para volver a despertarme a las 8 de la mañana entre ruidos de bolsas y trajín de mochilas.

Ahora me tomaré unos días. Relajaré el cuerpo, y la mente, de tanto movimiento. De tanto cambio. Y me dejaré fluir. Allí donde el camino quiera llevarme. Y como quiera llevarme...

credencial del camino de Santiago

Leyenda de un Camino...

2016-01-15T11:25:54+01:00

About the Author:

¡Hola! Soy Patricia. Viajo sola desde 2014, cuando cargando mil miedos en mi mochila dejé mi trabajo en una farmacéutica y me marché al Sudeste asiático sin billete de vuelta. Ya he recorrido sola 4 continentes. Enamorada de viajar sola, lento y a dedo, y luchando por sentirme cada vez más libre, ahora me dedico a animar a otras mujeres a hacer lo mismo siendo cabeza y manos del blog Dejarlo Todo e Irse.

5 Comments

  1. Angelica at 19:44 - Reply

    Hola!! Soy de México y antes que nada quiero felicitarte por tan inspirador blog!, Me ayudo mucho para tomar la decisión de hacer el Camino sola; estoy preparando mi viaje pero me surgió la duda de como regresar de Fisterra a Barcelona. Ojalá puedas ayudarme. Gracias!!!

  2. miguel at 09:13 - Reply

    Hola Patri tengo que decir que tuve la suerte de ser partícipe en una pequeña parte de este viaje que como al bolsas y alguno más recibí el apodo de sparrow y al menos hasta Lugo en primera persona y después supe de tus aventuras posteriores.......eres genial y doy fe....y desde ahora soy un incondicional mas

    • prisxd at 16:44 - Reply

      ¡Gracias mi Jack Sparrow del Camino! Fue un placer conocerte...y una pena "perderte" en Lugo. Nos vemos de vuelta ¡eso seguro! Un besito!

      • miguel at 18:11 - Reply

        Hola Patri no las merece y de perderme nada ya que sigo aquí para cuando se de el caso......leo tus historias para mujeres que viene a ser más interesante que el mejor de los libros y me confirma lo extraordinario de tu persona.......siempre un amigo. Sigue así tenia

  3. […] Llegué a Fisterra y no quise correr. Había aprendido a sentirme bien con la lentitud y comprendí que había sido demasiado rápida incluso pensando que había caminado despacio. […]

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